Hubo un momento gris en España que marcó a toda una generación de jóvenes. Los años 90 fueron la resaca de la fiesta que se armó en el país durante los años 80. La democracia ya estaba asentada y España se vio inmersa en una espiral tumultuosa de la que aún hoy se está recuperando. Valencia fue el epicentro de esa época gris y hubo tres escenarios que protagonizaron dicha década: la ruta del bakalao en la que se vieron atrapados miles de jóvenes en un sin parar de fiesta, drogas y música tecno; el crimen de las niñas de Alcàsser que conmocionó a toda la nación y dio lugar al nacimiento de la telebasura; y la corrupción del Ayuntamiento de Valencia, de la que el Partido Popular continúa pagando las consecuencias, como la reciente condena de Eduardo Zaplana.
De todo ello habla Valenciana, la nueva película de Jordi Núñez, que ya debutó con El que sabem, y que se reafirma como una de las voces más prometedoras de nuestro cine. Una historia que confluye por estos tres escenarios con tres amigas que se ven involucradas en cada una de esas tramas. Ángela Cervantes, Tània Fortea y Conchi Espejo protagonizan este filme, al que también se suman Fernando Guallar, Sandra Cervera y Jorge Silvestre.
Hemos hablado con Jordi Núñez para conocer más a fondo las intenciones de esta película, basada en la obra de teatro homónima de Jordi Casanovas, y que se alzó con el premio del público en la pasada edición del Festival Cinema Jove de Valencia. «Cuando vi la obra me pareció que aportaba una visión súper brillante y fresca de unos años que han marcado a todo un país. Por mucho que no los vivieras directamente, todo lo que pasó en Valencia durante los 90 marcó a toda una generación de una manera u otra. Pero, sobre todo, me llamaba la atención el retrato humano de los personajes, que me emocionaba mucho y me parecía un terreno muy fértil para contar lo que quería como cineasta», explica Núñez.
Y es que la película, más allá de que esté centrada en Valencia, llega a cualquier persona de cualquier parte del país justamente por esa herencia que han dejado los 90 en las generaciones venideras y, sobre todo, por lo que cuenta más allá de su contexto. «Es una película sobre el duelo y las despedidas. Sobre el final de la primera juventud y la pérdida de la inocencia. Algo que coincide, además, con la pérdida de la inocencia de todo un país«.
Ver galería
Sin dar nombres, la película refleja muy bien cómo se construyeron muchas de las tramas de corrupción que golpearon al Ayuntamiento de Valencia de ese Partido Popular que gobernó aquellos años. Algo que ya ha producido crispación entre algunos, pero que no deja ser el mero reflejo de un hecho real: «Me habría encantado que al ver la peli pudiésemos haber dicho ‘todo esto está muy superado’ y tomarnos con humor todo aquello, pero me he dado cuenta de que mucha gente sigue en eso y hay cosas que están sin superar. Es inevitable que la gente siga enfadada con la política de esos años, Rita Barberá dejó un legado doloroso en muchos valencianos y convirtió sus vidas en un infierno, es normal que continúe pesando su sombra».
Uno de los puntos más fuertes y emotivos de la película es la historia de amor entre los personajes de Ángela Cervantes y Sandra Cervera. Una historia de amor lésbica que visibiliza a dos personajes LGTBIQ+ de la manera más natural y sencilla. «Las personas LGTBIQ+ de los 90 nos seguimos curando de la herida de aquellos años, por haber crecido sin referentes. Por eso, para mí era importante contar esa historia sin que la trama girarse en torno a su identidad y su sexualidad. Es una historia sobre un duelo en el que el amor viene para salvarlas», explica el director. «Para mí era importante sentirme identificado con las tres protagonistas. Al final son tres mujeres que tienen que reafirmarse en medio de un entorno que las niega y que no les permite ser y desarrollarse tal y como son. Algo que conecta mucho conmigo y con todo el colectivo LGTBIQ+«.
Ver galería
De hecho, hay un momento en la película en el que el personaje de Conchi Espejo, que protagoniza la trama política, se reafirma frente a un Fernando Guallar endemoniado. Un grito de libertad que se representa con una mascletá que suena como un estruendo de fondo. «Eso mismo lo viví yo. Cuando salí del armario con mi padre, a los 16 años, lo hice en el coche esperando a que tiraran la mascletá en las Fallas. Lo sentí como un anuncio por todo lo alto, con fuegos artificiales y pólvora. Es una anécdota de tenía guardada y me parecía perfecta para hablar de la reafirmación que viven los tres personajes protagonistas».
Valenciana es todo un viaje emocional en el que acompañas a sus protagonistas, magistralmente interpretadas, por la historia de todo un país, donde hay cabida para el drama, la comedia, la música, el amor y la visibilidad LGTBIQ+. Con muchas referencias, guiños a la cultura pop, cardados y mucha laca.
VALENCIANA YA ESTÁ EN CINES