EL CHICO DE LOS VINOS
Ocurrió de la manera menos esperada, como normalmente me suelen ocurrir las cosas. Venía de haber estado en la capital unos días. Allí apenas quedé con nadie, muchos de mis conocidos estaban fuera de vacaciones y, además, el calor tampoco animaba a socializar demasiado. Fue en un pueblo pequeño de una ciudad castellana donde ocurrió. Decidí parar para comer mientras iba de camino al pueblo de mis abuelos a pasar unos días en familia. Por allí estaba él, el chico de los “vinos”, y no solo porque se dedicara a ello sino porque fue él el que vino a saludarme. Sabía que yo no era de allí pues él era del pueblo. Me estuvo contando que había vivido un tiempo en el sur de España pero que la tierra le tiraba demasiado, tanto que había decidido regresar a su pueblo de nuevo. Como no podía haber sido de otra manera, me invitó a un vino y tras el vino, lo que vino fue tomar otro en el porche de la casa de sus padres que estaban fuera y parecía que no volverían en toda la tarde. Por si acaso hacían acto de presencia, yo tenía que decirles que era un amigo que había estado ese finde allí en un concierto y en la comida del cordero… Me sentía como un niño que estaba a punto de hacer algo malo. El vino nos llevó a su dormitorio y lo que vino después pues era de imaginar. Una vez acabamos y tras la ducha, mientras él se secaba de repente salieron disparadas por todas partes pequeñas bolas que tenía en una pulsera que llevaba puesta y que se le acababa de romper. Ese momento me llevó a algo que me ocurrió hace unos años con otra persona y que curiosamente estaba justo escribiendo en esos días en una novela que no sé si algún día publicaré. Así se lo hice saber. Él sintió curiosidad por las cosas que escribía por lo que le regalé uno de mis poemarios, cómo no, dedicado: “Al chico de los vinos, que tal y como vino se irá”. Porque sabía que así sería, y así fue.
ILUSTRACIÓN: David Rivas
Poemas y relatos cortos escritos por el escritor y docente Juan Carlos Prieto Martínez
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