Nos ha permitido ser espectadores de su evolución como persona pero, sobre todo, como artista desde que, a los 16 años, participó en Got Talent por primera vez. Volvería en dos ocasiones más pero, entre tanto, también se subiría a otros escenarios tan mediáticos y catódicos como La Voz, Reinas al rescate o Eufòria. Hugo Marlo ha cumplido 24 años, ocho de ellos con la tele de testigo.
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Su última aparición en el programa de cantantes de Mediaset significó un reto extra: “Me tuve que enfrentar al cambio de mi voz por el tema de la transición y las hormonas. Me daba miedo porque es mi instrumento de trabajo. Por supuesto, cambió, pero la trabajé y volví siendo Hugo, con una voz nueva, que me encanta y tengo controlada”. La misma que, ahora, luce orgulloso en las cuatro canciones de Estimarta, el EP que ha sacado este año y que le dedica a su amada Marta, con la que lleva cinco años de relación. “Tengo que reconocer que soy cursi, pero es que me expreso con la música”, dice dedicándole una sonrisa cómplice a su chica, que le ha acompañado a la entrevista y que, desde el otro lado del estudio, no le aparta la mirada ni un segundo.
Es evidente que forman un tándem fantástico. “Tanto Marta como sus padres me ayudan en todo. Incluso el otro día mi suegro me hizo de técnico de luces”, cuenta. Un apoyo, el de su familia política, que a veces extraña en la suya: “Cuando salí del armario como chico trans, no se lo tomaron muy bien y les costó aceptarlo. En mi casa no se habla de lo trans, y me gustaría. Estoy convencido de que algún día será un espacio seguro y libre de tabús”.
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Así es Hugo en las distancia cortas: decidido y entusiasta. Lo es como activista, como futbolista y como artista. Lo es desde pequeño: “Ni siquiera sabía que era LGTBIQ+ y ya me insultaban y me pegaban. Aun así, siempre tuve claro que sería fiel a mí mismo, que el problema lo tenían ellos. Me salía de la norma, y lo que se sale de la norma es señalado”.
Su última motivación es la interpretación. “Quiero sacar más música, pero llevo dos años formándome como actor y también deseo trabajar en ficción”, nos cuenta. Y lo logrará, porque “cuando se me mete algo en la cabeza, voy a por ello”. De hecho, siempre soñó con formar parte de un equipo de fútbol formado íntegramente por chicos trans, y en 2023 acabó creándolo, Fénix F.C., con el que el pasado octubre logró, además, federarse en la liga cuarta catalana. Todo un hito histórico para el colectivo. “Las personas trans estamos invisibilizadas en el deporte; sobre todo cuando estamos transicionando, no sabemos cuál es nuestro lugar”, asegura.
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El de Tarrasa es consciente de que queda mucho por hacer para que esto cambie, ya que “el deporte está muy marcado por estereotipos de género”. Más difícil lo tiene el fútbol masculino profesional, donde “ni siquiera los jugadores se atreven a salir del armario. Si lo piensas, ser futbolista cis y hetero es como estar en otro armario, porque hay que hacer el papelón de ser el más macho del mundo”. Menos mal que el vestuario del Fénix abre una puertecita a la esperanza: “Antes había jugado en equipos femeninos, y nunca me duchaba… No me atrevía a desnudarme porque no me sentía a gusto. Sé que a muchos compañeros de Fénix les pasaba igual. Ahora nos duchamos todos, ¡y en bolas!”.