Por si no teníamos suficiente con el caos político nacional, los insultos y las mentiras de unos y otros, y el constante runrún de la ultraderecha que nos ningunea, termina el año con una absurda polémica en el seno del partido que nos devolvió la dignidad a una parte importante de los ciudadanos de este país –precisamente ahora, a punto de celebrar el 20 aniversario de esa ley del matrimonio igualitario–. El PSOE ha votado no a añadir las siglas ‘Q+’ a las de ‘LGTBI’ en sus comunicados en su último congreso, celebrado en Sevilla. Pues muy bien. Nosotros no.
Pocos saben que, originalmente, la Q que se añadió hace bastantes años a lo LGTBI no era por ‘Queer’, si no por ‘Questioning’, y representaba a aquellas personas aún indecisas sobre su orientación sexual, identidad o género. Sí, personas que no eran capaces de definirse por situaciones personales, familiares y/o sociales, y alguien debió pensar que merecían una letra para que se sintieran representadas.
Más tarde, con el auge de lo queer, empezamos a asociar esa ‘Q’ con Queer, también porque, de alguna manera representaba, a esos que todavía andan ‘cuestionándose’ y porque el término, precisamente, cuestiona todo lo establecido en materia de identidad y género.
Y es que resulta maravilloso comprobar lo diversa que es la sociedad del arcoíris a la que nos dirigimos. Y tanto nuestras banderas históricas como la de nuestro futuro que te traemos a nuestro resumen anual nos lo demuestran. Al genial Marc Giró le preguntamos qué nos quedaba por hacer a la comunidad LGTBIQ+. Y con la sorna que le caracteriza, nos dijo que lo que había que hacer era sacar la silla a la puerta de nuestras casas y sentarnos… a esperar (su respuesta completa la tienes en el vídeo de la entrevista en shangay.com). No puedo estar más de acuerdo con él. Ya hemos dicho todo lo que teníamos que decir, podemos hacerlo más alto, pero no más claro. Solo nos queda esperar. Esperar a que esa “parte oscura de la sociedad” de la que habla la maravillosa Karla Sofía Gascón entienda que no vamos a aceptar ninguna otra cosa que no sea el respeto.
No pretendemos gustarles (ellos tampoco nos gustan a nosotros), pero sí que dejen de creerse en posesión de una verdad arcaica y retrógrada con un modelo único e universal de sociedad que no se corresponde con la realidad de hoy. Por mucho que vengan a nuestro Senado a cacarear sus consignas de odio, no nos van a amedrentar. Porque poco a poco somos mayoría los que pensamos que un mundo diverso, diferente, colorido e inclusivo es, infinitamente, un mundo mejor. Ojalá que no nos arruinen un año en el que celebrar el amor en toda su diversidad, con ‘Q’ y con todas las letras del abecedario. ¡Feliz 2025!