Crítica. 'Los nuestros', una lección de teatro que nos plantea "¿qué une a una familia?"

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En la escena teatral actual hay gran cantidad de autores buscando un hueco para contarnos su visión del mundo. Muy pocas y pocos llegan a hacer de su pasión una profesión, y cuando destacan, muestran nuevas perspectivas estéticas y sociales, que no sabíamos que estábamos esperando.

No es habitual tener la oportunidad de asistir al crecimiento artístico de una autora contemporánea como en el caso de la madrileña Lucía Carballal. En 2016 nos sorprendió en el CDN con su obra Los temporales, y en 2023 dejaba clara su fuerza creativa con Los pálidos, estrenada también en el CDN y galardonada con el Premio ADE a Mejor Directora Emergente. Ahora, sus reflexiones sobre la profesión de escritora vuelven a asomar en la sala grande del Teatro Valle-Inclán de Madrid en Los nuestros, una reflexión sobre la familia, el peligroso mundo presente y las tradiciones abandonadas.

La historia que se nos cuenta en Los nuestros bascula entre el teatro comprometido y el periodístico, analizando, entre otras cosas, el fuerte papel matriarcal que hoy en día se redescubre en nuestro pasado cercano y la visión que el judaísmo ha ganado en este primer cuarto del XXI. Para hacerlo real, Carballal nos propone en su dirección un inmenso escenario cuasi circense, con público a su alrededor, donde se bosquejan diferentes usos del espacio, con movimientos del atrezo que forma la gran pila de objetos de la inquietante escenografía de Pablo Chaves, que nos traslada al bazar marroquí donde creció la familia retratada.

La particular, y valiente, visión de la familia es el núcleo del discurso que nos propone esta pieza, utilizando para ello el rito funerario judío del avelut, que implica siete días encerrados en el hogar, recordando a la matriarca Dinorah que recién murió en su casa de Madrid. Los personajes se reúnen para contarnos su individualidad, que creen compartir como una vida en común.

Alguien tiene que tomar las riendas de nuevo y le toca a la hija mayor, Reina, interpretada con destreza por Mona Martínez, que aprovecha el particular modo de recitar su texto para dotarlo de multitud de matices, que van desde la ira a la hilaridad que proporciona la experiencia. A su alrededor se cuentan multitud de historias; tantas que a veces abruman.

Historias como la de la hermana pequeña Esther, muy bien entendida por la actriz Manuela Paso, quien recorre el mundo de las convenciones hablando de su matrimonio fallido, su vida con su amante Mauro, intelectual de libro, que Gon Ramos clava, y su empeño en sacar adelante a sus dos hijos por encima de esas mismas convenciones. Los chavales interpretados alternativamente por Alba Fernández / Vera Fernández, como la niña, y Asier Heras / Sergio Marañón como el niño, son la representación de la alegría y proporcionan la mayor sorpresa de la función.

La generación que ronda los cuarenta y que sigue buscándose la vida completa el reparto. Miki Esparbé, fantástico como Pablo, y una convincente Ana Polvorosa en la piel de su mujer, Marina. Ambos forman una pareja muy reconocible y creíble que representa a esa gente, siempre perdida, que no sabe lo que quiere, pero tampoco está convencida de lo que no quiere. Marina Fantini, que interpreta a la prima lejana Tamar, recién llegada de su residencia en Tel Aviv, consigue sin esfuerzo transmitir ese papel de inadaptada allá donde se encuentre, sirviendo de espejo moral en donde el judío de a pie denuncia las atrocidades cometidas en su cercanía.

Muchas son las aventuras que se comparten, y muchas las técnicas elegidas, desde la canción y el baile hasta el uso de tecnologías diversas, pero hay algo que se cuela en las interacciones en el escenario que resulta de lo más interesante. La complicidad de los actores que se dirigen al patio de butacas para contar descaradamente las trampas técnicas que se esconden en el paso entre escenas, ocultando en ese descaro las propias transiciones. Resulta una lección teatral muy interesante a varios niveles, un discurso de lo más actual que incluye la tecnología escénica como parte de la experiencia del espectador.

⭐⭐⭐⭐