Leigh Bowery, el gran pope de la cultura queer, celebrado en una exposición en Londres

Acaba de inaugurarse una exposición imperdible en Londres sobre Leigh Bowery, y recordamos a este fascinante artista que llevó el drag a otra dimensión.

Una gran exposición en Londres celebra el arte del artista queer Leigh Bowery. Foto: Fergus Green
Una gran exposición en Londres celebra el arte del artista queer Leigh Bowery. Foto: Fergus Green

Guillermo Espinosa

A mí lo que me tira es el underground.

27 febrero, 2025
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Recién cumplidos los 30 años de la muerte de Leigh Bowery, la Tate Modern de Londres al fin se rinde al encanto de uno de los mayores artistas visuales del último cuarto del siglo XX: el diseñador, performer, músico y pionero de las escena club que abrió múltiples posibilidades, primordialmente en el body art y, desde luego, llevando el drag al paroxismo de la indeterminación.

Autor: Fergus Greer. Session 4. Look 17. August 991 © Fergus-Greer. Courtesy The Michael Hoppen Gallery

Autor: Fergus Greer. ‘Session 4. Look 17. August 991’ © Fergus-Greer. Courtesy The Michael Hoppen Gallery

Grande, extremo, locuaz, provocador, divertido, carismático… Muchos de los adjetivos que se aplican hoy a Leigh Bowery se revelan muy parciales cuando uno se aproxima a su figura real, la de un creador que utilizó su propia vida como lienzo, y que no dejó de insistir en ningún momento en que la única posibilidad para que el arte prevaleciera era forzar una ampliación constante de sus límites, independientemente que esta molestara o no al público.

Bowery se convirtió en una personalidad internacional (tan conocida en el Londres abierto y liberador de los ochenta como en el Nueva York violento y atribulado que alumbraría el fenómeno club kid) casi de forma inmediata, por su sola presencia en clubes y discotecas, y vaya si atrajo miradas: la sociedad británica, siempre muy sensible a los excesos de la extravagancia como un signo de distinción, lo convirtió también en un fenómeno mediático y en una auténtica celebridad en los márgenes… o no. Llegó a protagonizar campañas televisivas de Pepe Jeans London y otras marcas británicas. Fue quizá el gran pope de la cultura queer, o al menos la figura que una generación estaba esperando.

Nacido en un suburbio de Melbourne en 1961 –donde estudió música, piano y también diseño de modas–, Leigh Bowery se mudó a Londres con apenas 19 años. En apenas doce meses, ya era la personalidad más destacada de la escena nocturna londinense: no lo hizo solo, atrapó consigo a sus compañeros de piso, los también artistas Gary Barnes (llamado Trojan, fallecido antes que el propio Bowery –de una sobredosis–) y David Walls. Eran conocidos como los “tres reyes” por la aún tibia osadía de sus looks, que no irían sino volviéndose más osados y transformadores a medida que avanzaba la década.

Costume-photography Leigh Bowery. Tate Photography

Costume photography Leigh Bowery. Tate Photography

Su talento natural para la moda, sobre todo para la más excéntrica y escénica posible, lo llevó paso a paso a la construcción de un personaje cada vez más extremo e irreconocible en términos de género, edad o incluso apariencia humana, con el que comenzó a desarrollar performances y actuaciones cada vez más extremas. Como muchas veces comentó públicamente, “la carne es mi mejor tejido”, y sometió paulatinamente a su cuerpo a múltiples modificaciones, tanto ocasionales –solo para sus performances– como permanentes: cicatrices de sus cortes por atravesar grandes mamparas acristaladas en escena iban en paralelo a los piercings faciales que le permitían sostener y llevar cómodamente sus máscaras.

El vestuario de Bowery no paró nunca de crecer, como evidencian los propios vídeos en su atestado hogar-estudio, y el colmo de su éxito lo obtuvo al ser coronado rey de la escena neoyorquina en una fiesta de cumpleaños organizada por Michael Alig (padre de los club kids estadounidenses, luego procesado por el asesinato de su camello) y paralelamente, rey de la escena londinense cuando creó con Toni Gordon su club Taboo, que en sus apenas dieciocho meses de existencia se convirtió en el epicentro de una nueva cultura naciente.

Estos primeros periplos de Bowery están recogidos ampliamente por esta exposición en la Tate Modern, a base de fotografías, polaroids, flyers y memorabilia de la época, y por la inclusión de buena parte de sus looks y diseños, conservados gracias a la voluntad y amor imperecederos de su amiga, colaboradora, codiseñadora y finalmente mujer y heredera, Nicola Bateman, hoy Rainbird, la poseedora de su state y sus derechos, y la mujer que lo acompañó más veces sobre el escenario. Bowery, abiertamente gay, se casó con ella meses antes de su muerte, relacionada con el sida que padecía, y que ni siquiera Nicola conocía. Probablemente, para asegurar un futuro a su compañera de escena y evitar la irreparable pérdida de su legado artístico.

Autor: Dave-Swindells. 'Daisy Chain at the Fridge. Jan '88. Leigh and Nicola' (1988)

Autor: Dave-Swindells. ‘Daisy Chain at the Fridge. Jan ’88. Leigh and Nicola’ (1988)

Un legado que finalmente ha encontrado un excelente lugar, y donde se pueden ver no ya la multitud de retratos de Bowery y las fotos in situ que fueron tomadas para él (en ese no disimulado logro de convertir la materia fugaz de la vida en una auténtica obra de arte), sino también sus creaciones en moda –hasta las más secretas: sus grandes sujetadores para aumentar los pechos, sus hotpants y mucho más–, las grabaciones que existen de sus shows y performances, los vídeos y conciertos de su grupo Minty y las múltiples colaboraciones que realizó con artistas de muy variado signo durante su breve pero intensa carrera.

Porque Bowery no fue considerado un artista desde el principio. Modelo para muchísimos fotógrafos amigos de su época (gracias a ellos tenemos sus impactantes, coloristas y extremas fotografías totalmente ‘producido’), sus primeras performances en galerías de arte, o relacionadas con el mundo del arte en sí, tardaron en llegar: no se produjeron hasta finales de los ochenta. Para esto, hubo dos coincidencias.

La primera, que uno de sus amigos (y el principal de los autores de sus grabaciones en vídeo de sus shows y performances) fuera el cineasta y luego escultor y artista multimedia Ceryth Wyn Evans (también homosexual, y la persona que forzó sus primeras exposiciones en la misma galería que lo representaba a él). La segunda, que otro hombre totalmente ajeno al ambiente natural de Bowery, pero siempre presto a pasearse allá donde ocurrían cosas interesantes, se sintiera totalmente fascinado con él desde el primer minuto en que se conocieron, en 1988, y por intervención precisamente de Wyn Evans: el pintor Lucien Freud.

Freud, que por entonces se disputaba con Francis Bacon el título de artista más respetado de Inglaterra, utilizó profusamente a Bowery como modelo (desnudo, obviamente: buena parte de estos lienzos están también incluidos en esta exposición), tanto que lo convirtió en una de sus principales musas. Con este apoyo interesado, el grueso del mundo del arte, donde aun así Bowery se mantuvo de costado, comenzó a tomarse en serio al provocador nato que al principio consideraban un fenómeno a la moda y pasajero. A la moda porque los que sí que se implicaron al cien por cien con los modos y maneras de hacer de Bowery fueron los diseñadores más osados de la tradición británica. Como Vivienne Westwood, John Galliano y Alexander McQueen, que no se perdían una jornada en Taboo y acudían en masa a sus actos performativos.

La carrera como performer de Bowery llegó a su cénit con la performance de 1990 Birthing, en el club Kinky Gerlinky. En la acción, delante de la audiencia, Bowery daba literalmente a luz a su colega Nicole Bateman, que se pasaba buena parte del show doblada y atada como una contorsionista a la barriga de Bowery, oculta bajo un vestido inspirado en Divine. El escándalo y la sorpresa de ese show, que contenía algunos momentos gore y desagradables, se repetía sin descanso cada vez que la performance volvía a realizarse, según contaba otro de sus amigos, el cantante Boy George, que la vio adictivamente en numerosas ocasiones. Boy George luego crearía y estrenaría un musical sobre su amigo en el West End, en 2002.

Las performances de Bowery tuvieron acogida internacional, y se desarrollaron ininterrumpidamente hasta su muerte en 1994, en festivales dentro y fuera de Gran Bretaña. Pero Bowery no podía parar: en paralelo, en 1993, fundó Minty, un grupo de tecno-punk artístico con varios colegas, incluida Nicole Bateman. El grupo fue un fracaso y un problema económico para Bowery en sus últimos días, sobre todo tras la cancelación de los conciertos por parte del Westminster City Council tras una primera y salvaje noche. Fue la última actuación pública de Bowery, aunque el grupo se mantuvo tras su muerte e incluso sacó un nuevo disco años después, en 1997.

Bowery murió entre la Nochevieja y el día de Año Nuevo de 1994, por complicaciones relacionadas con su condición de seropositivo, que había mantenido en secreto (generalmente, cuando se ausentaba por la enfermedad y era cuestionado por ello, respondía un simple “cariño, me he ido a Papúa Nueva Guinea”). Fue un shock para sus amigos y para la escena londinense. Pero si sus detractores, que los hubo a miles, pensaron alguna vez que Bowery y su leyenda serían pronto olvidados, no hay más que repasar los últimos treinta años para ver la cantidad de artistas, músicos, performers y diseñadores de moda influidos por su creación. Esta gran y disfrutable muestra en una de las instituciones del arte británico más prestigiosas no hace más que darle la razón.

Autor: Fergus-Greer. 'Session VIII Look 38 June 1994 (1994) © Fergus-Greer. Courtesy The Michael Hoppen Gallery

Autor: Fergus Greer. ‘Session VIII Look 38 June 1994’ (1994) © Fergus-Greer. Courtesy The Michael Hoppen Gallery

Leigh Bowery! se puede visitar hasta el 31 de octubre en la Tate Modern de Londres.
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