Dulzaro es un artista de esos que no dejan indiferente a nadie. Apasionado estudioso –y practicante– del folclore de Castilla y León, el cantante, multiinstrumentista y productor vallisoletano lo fusiona con electrónica para traerlo a nuestro –su– presente a través de la electrónica. Alberto Domínguez Buitrón, nombre real de Dulzaro, muestra en su primer álbum, el recién editado Ícaro, que se ha creado un universo propio fascinante, repleto de estímulos, sonoros y visuales, en donde fusiona tradición y modernidad.
No sorprende que Dulzaro reconozca, nada más empezar nuestra charla que uno de sus referentes pop es Lady Gaga. «De adolescente tenía obsesión por ella.., y todavía la tengo, pero me he tranquilizado un poco. The Fame Monster y Born This Way son icónicos», afirma. Como madre pop suya que es, recuerda lo mucho que le ayudó e inspiró desde que la descubrió.»Cuando eres un niño como yo, muy timidillo, que hacía teatro, y sale ella…, fue liberador. Porque me hizo entender que puedes ser quien eres, ese mensaje me caló. Y claro, además veías a una niña rara a la que le va bien».

Foto: Matías Montenegro
SHANGAY ⇒ ¿Creciste sintiéndote un niño raro?
DULZARO ⇒ Sí, y en el colegio, que era de curas, me hicieron mucho bullying. Suerte que en mi clase había otros cuatro chicos gais y siempre estábamos haciendo teatro, cantando y bailando, con ellos me sentía muy seguro. Claro, salía al pasillo y empezaba a escuchar cómo me gritaban «maricón». Cantaba jotas, con falda, en una actuación, y yo me sentía libre, pero el exterior intentaba frenarme. Así que todo lo que hago con mi proyecto musical es tratar de romper con todo lo que he venido estudiando y aprendiendo. Este primer disco lo define una palabra: «liberación». En él soy cien por cien yo.
«Realmente, salí del armario cuando me fui a vivir de Valladolid a Madrid, allí me sentía seguro para hacerlo»
SHANGAY ⇒ ¿De dónde te viene la fascinación por la música tradicional castellanoleonesa?
DULZARO ⇒ Crecí en un pueblo llamado Boecillo, de los pocos en que no hay nada de música tradicional, ni pasacalles, ni dulzainas, ni se bailan jotas. Una vecina, María Salgado, que es folclorista, me empezó a enseñar cositas. Yo por entonces estudiaba piano y estaba obsesionado con Elton John y todo lo anglosajón. Comencé a interesarme por la música tradicional, y siento que siempre he tenido que ir tras ella, buscando profesores para aprender percusión, a bailar jotas… Y Eliseo Parra ha sido una gran inspiración, porque es un artista que nunca se ha dejado guiar por nadie. Así quiero ser yo, solo seguir mi intuición y hacer lo que me salga de corazón.
SHANGAY ⇒ Ícaro llega en un buen momento, en que las fusiones de músicas tradicionales con estilos actuales están mucho más normalizadas…
DULZARO ⇒ Lo bueno de la música tradicional es que nunca pasa de moda, siempre va a estar ahí. Muchas de las letras de este disco, de hecho, son tradicionales y he querido respetarlas, porque siguen estando vigentes, y transmitirlas. No me he puesto límites a la hora de fusionar, en cada canción intentaba ir un paso más allá. Buscaba impresionarme a mí mismo viendo hasta dónde puede llegar una jota o un corillo o una seguidilla. Y estoy muy contento de que cada vez se nos den más espacios para compartir lo que hacemos.
SHANGAY ⇒ Ahí están también Rodrigo Cuevas, Juanjo Bona, Guitarricadelafuente…
DULZARO ⇒ Me encanta Juanjo. De hecho, hemos hablado por Instagram. Le di la enhorabuena por el disco que acaba de sacar, que me gusta mucho, y si él quiere en algún momento, ya sabe donde estoy para que colaboremos [risas].

Foto: Matías Montenegro
SHANGAY ⇒ Hay colaboraciones en el disco muy interesantes, como la de Mondra, otro artista LGTBIQ+…
DULZARO ⇒ Me gustan muchos las canciones en tonalidades menores, con bajos muy graves, que inquietan, tiendo mucho a eso. Se entiende que me guste tanto The Fame Monster, ¿no? [risas]. También quería que hubiera luz en el disco, y en la canción con Mondra [Un labradorito] la hay. La he hecho con él para mostrar que dos labradoritos homosexuales pueden vivir una historia de amor en el pueblo, creando comunidad y sin necesidad de hacer ese exilio rural que tantas personas se han visto obligadas a hacer. Algo que a mí también me pasó. Realmente, salí del armario cuando me fui a vivir a Madrid, porque allí me sentía seguro para hacerlo. Supuso también un riesgo, porque hay mucho coqueteo en un tono de humor en la canción, y una oportunidad para no tomarme tan en serio.
«De pequeño no tuve referentes cercanos del colectivo, y ojalá con mi música pueda dar esperanza a niños LGTBIQ+»
SHANGAY ⇒ Todavía más sorprendente es la colaboración del rapero de tu tierra Erik Urano en La niña de la arena…
DULZARO ⇒ Es todo un poeta. Mi entorno me habría sugerido que buscara colaboraciones con gente que hace un tipo de folclore de fusión parecido al mío, como esos nombres que citabas antes y que me encantan. Pero consumo todo tipo de música, y Erik me parece un artista infravalorado del que soy superfán. Empecé a trabajar en un charro, que es un ritmo de Salamanca poco conocido, que me parece más fácil de combinar con otro tipo de música, como pasa con la jota. Empecé a tocar la pandereta, le añadimos un ritmo de funk carioca, hablando de esa niña de la arena, que es un personaje tétrico… Se vino Erik al estudio y la grabación fue supersencilla. Nadie veía esta colaboración, pero yo en mi cabeza la tenía clara, así que es un sueño cumplido.
SHANGAY ⇒ Arranca el disco con Ícaro, y dejas bien claro desde ese primer tema que con ese alter ego vas a lanzar un canto a la libertad durante todo el álbum… ¿Era importante para ti abrirlo así?
DULZARO ⇒ Totalmente. Esa canción es un mantra de libertad personal, sexual y musical. Está inspirada en un corrido maragato y, en parte, por una situación de homofobia que viví. Recuerdo que en uno de mis primeros conciertos, hace tres años, al cantar un tema que compuse en memoria de Samuel Luiz y de Lorca [Cuatro flores], cuando digo «me mataron al grito de maricón» y rompe en electrónica, se fue toda la primera fila. Me di cuenta del poder que tengo de decir algo sobre mis experiencias personales y dar un ápice de esperanza a niños LGTBIQ+.

Foto: Nea Sanz
SHANGAY ⇒ ¿Es cierto que Arca es una referente importante para ti?
DULZARO ⇒ Sí, me encanta. No solo por su manera de producir, también por cómo utiliza la voz. Tiene diferentes formas de modularla y es muy guay que a veces parezca que quien canta es otra persona, y que no tenga límites a la hora de crear. Como soy autodidacta, verla siempre en sus redes trabajando es muy inspirador, porque este es un oficio al que hay que dedicarle mucho tiempo. Ojalá trabajar un día con ella, ahí lo dejo [risas].
SHANGAY ⇒ ¿Cómo recuerdas ser telonero de Mika nada menos que en Valladolid el pasado septiembre?
DULZARO ⇒ Fue heavy tocar para 15.000 personas, acostumbrado a tocar en tu gira en espacios pequeñitos. Lo viví como un máster, era el momento de poner en práctica todo lo que había ido aprendiendo en los años que llevo como Dulzaro. Me hice una camiseta para ese día, en que ponía «castellano y maricón». Porque yo crecí sin referentes cercanos del la comunidad, los que veía en la tele y escuchaba los sentía muy lejanos. En esa Plaza Mayor quería, además de compartir ritmos tradicionales, mostrarme libre; fue una especie de segunda salida del armario delante toda mi ciudad. Sigue siendo una ciudad muy cerrada y, si se puede molestar un poco a través de la visibilización, viene bien. Quiero dar guerra, y no solo musicalmente.