El principal museo de arte contemporáneo español, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, recupera la figura del pintor modernista canario Néstor: posiblemente el único decadentista español y uno de los grandes de la pintura de principios del siglo XX. Formas sensuales, figuras ambiguas y altas dosis de homoerotismo, avanzadas a su tiempo.
Néstor reencontrado es la primera gran antológica del artista canario, una de las figuras centrales del arte español en el primer tercio del siglo XX. Hedonista, viajero y vividor, su arte ha permanecido velado al conjunto de la población por nuestras particularidades históricas: de su proyecto magno, un ambicioso Poema de los Elementos (agua, tierra, fuego y viento), sólo llegó a terminar el del agua, titulado Poema del Atlántico, y dejó inconcluso el Poema de la Tierra.
La progresiva carga sensual, erótica, de sus lienzos, con figuras difícilmente reconocibles como de un género claro y que encima celebraban la carnalidad, alarmaron profundamente al franquismo. No se destruyó su trabajo, pero desde 1940 hasta 1975 muchas de sus obras estuvieron encerradas bajo llave, sin mostrarse al público en su mayor parte. Para luego ser confinadas en las salas de su museo, en ese Pueblo Canario que él mismo diseñó y construyó en Gran Canaria, sin que viajaran por el resto del territorio.
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Néstor (Las Palmas de Gran Canaria, 1887-1938), joven acaudalado y bohemio, artista precoz que ya pintaba en la preadolescencia, se educó entre Madrid y Barcelona. Luego viviría en París durante una década, y él o sus pinturas visitarían Londres, Bruselas o Argentina. Conocido y admirado internacionalmente por otros grandes artistas e intelectuales de su tiempo, se vio muy beneficiado por la tolerancia moral de los locos años veinte: vivió abiertamente su homosexualidad como se hacía en aquella época, sin ostentación y con algo de cuidado. Cuidado que no tenía en sus pinturas, que siempre suscitaron cierto revuelo: en ellas, hasta las plantas parecían lujuriosas, sensuales como unos gruesos labios carnosos. Durante una década tuvo pareja estable, el compositor Gustavo Durán, intelectual y amante también de otros, hombre bisexual que fue, además, diplomático, espía y héroe militar republicano en la defensa de Madrid.
Ese grado de libertad acabaría para Néstor con la crisis de 1929, que lo arruinó, y lo llevó de vuelta a Las Palmas. Su pintura empezaba a ser cuestionada: sus mujeres eran musculosas, deportistas y ambiguas; sus sátiros, demasiado afeminados y lujuriosos, e incluso había cometido la osadía de autorretratarse casándose con lo que evidentemente era un doble femenino de sí mismo, en Epitalamio – Las bodas del príncipe Néstor (1909).
Todo esto motivó el opacamiento de su polifacético trabajo (también fue arquitecto, muralista, escenógrafo y vestuarista, para ballets de Falla o espectáculos de La Argentinita), pero de una forma interesada por el franquismo. Porque Néstor definió también el tipismo canario, una suerte de antecedente de las artes folclóricas que Franco tanto difundiría como esencia de su visión hispánica. Y a eso lo redujo durante cuatro largas décadas. Hoy, por fin su libertad, sensualidad, hedonismo y alegría de vivir pueden verse, y comprenderse, en toda su magnitud.
