¿A quién no le va gustar ver a un grupo de tíos darse palmaditas en el trasero cada vez que marcan un gol? Pues el nuevo proyecto de Adrián González, disponible en Divergente, explora dos realidades que parecen irreconciliables: el fútbol masculino y ser parte del colectivo LGTBIQ+. Con palmaditas incluidas.
@loquenodecimos.corto ‘LO QUE NO DECIMOS’ ya está disponible en @Divergente España!!! 💛⚽️ La historia de Luca y Samuel, una historia llena de secretos, sentimientos inesperados, el deseo de pertenencia al grupo y la búsqueda de la identidad de uno mismo. Con @Alvaro Exposito y @adrian._mendez 🙌 #loquenodecimos #lucaysamuel #cortometraje #drama ♬ sonido original – Lo que no decimos 🎬
Producido por Inefable Productions, la historia nos transporta a un barrio de la isla de Gran Canaria. Samuel (Álvaro Expósito) es una joven promesa del fútbol. Su vida gira en torno a un objetivo claro: lograr que lo fiche un equipo de primera división. Pero sus planes se ven trastocados con la llegada de un nuevo compañero de vestuario, Luca (Adrián Méndez). El choque entre ambos empieza a despertar en él emociones difíciles de afrontar.
Ver galería
En apenas 22 minutos de metraje, la obra se sumerge en los silencios, las miradas y las tensiones que atraviesan a sus protagonistas. Su director, Adrián González, lo ha descrito en redes sociales como “un filme que habla de identidad, emociones contenidas y de la lucha por ser uno mismo, contado a través del fútbol y de los silencios que dicen tanto”.
Ver esta publicación en Instagram
Erotismo y silencio en el vestuario
El fútbol y la homosexualidad son un terreno poco explorado en el mundo del cine, pero no es la primera vez que se intenta derribar este tabú. Propuestas recientes como la película Delantero (2021) o el cortometraje Capitanes (2024) ya han puesto el foco en la tensión emocional y el erotismo latente entre los jugadores de fútbol, ‘momentos ducha’ incluidos.
Obras como estas exploran realidades que suelen permanecer ocultas por la homofobia aún presente en los campos de fútbol. Una herencia de la masculinidad tóxica y el patrón rígido de lo que significa ser ‘hombre’. Al mismo tiempo, demuestran que el balón no solo sirve para competir, también es un vehículo narrativo capaz de visibilizar la diversidad y abrir espacios de representación en un deporte históricamente marcado por el silencio.