Brigitte Bardot no solo fue esa “rubia explosiva” que conquistó las pantallas de cine en los años 60. Fue también una de las voces anti-LGTBIQ+ más virulentas de Francia. Su fama, iniciada con Y Dios creó a la mujer (1956), la convirtió en un símbolo sexual y de liberación femenina, pero también amplificó sus opiniones radicales y su intolerancia.
A lo largo de varias décadas, Bardot no ocultó su desprecio hacia la comunidad homosexual. Entre 1997 y 2008, fue multada cinco veces por tribunales franceses por comentarios que incitaban al odio: atacó a homosexuales, inmigrantes, minorías étnicas y musulmanes, además de criticar la enseñanza pública. Su libro de 2003, Un grito en el silencio, confirmaba su postura política de extrema derecha, mezclando ataques personales con teorías de conspiración sobre la “islamización de Francia”. Incluso criticó a mujeres que denunciaban acoso en el movimiento #MeToo llamándolas “hipócritas y ridículas”.

Un grito en el silencio (2003) de Brigitte Bardot
Asimismo, defendió públicamente a Marine Le Pen y su partido de extrema derecha, Reagrupamiento Nacional, y describió a la líder como “la Juana de Arco del siglo XXI”. Hasta su propio hijo, Nicolas, la demandó por comentarios humillantes sobre la homosexualidad y su familia. En su último libro, Mon BBcedaire, publicado este mismo año, volvió a insultar a personas gais y trans.

Brigitte Bardot en 2007
Amor a los animales, odio a las personas
Sin embargo, muchos medios han decidido honrar su memoria centrándose solo en su carrera cinematográfica y en su feroz activismo animal. Sí, Brigitte Bardot dedicó gran parte de su vida a la protección de animales, y su Fundación Brigitte Bardot ha salvado incontables vidas. Pero nosotros, más aún siendo un medio LGTBIQ+, no podemos ignorar que su legado social incluye décadas de comentarios que pretendían dañar profundamente a nuestra comunidad.
En un momento en que ponemos en valor a las grandes figuras culturales por su impacto global, ¿debemos separar la estrella del mito? Bardot fue un icono del cine, sí, pero también una villana que utilizó su fama para difundir odio y discriminación. Su muerte a los 91 años debería abrir un debate honesto sobre cómo homenajear a figuras históricas sin borrar las sombras de su pasado.


