En los Estados Unidos, Pat Robertson es un hombre muy conocido. En 1988 fue uno de los posibles candidatos presidenciales del Partido Republicano (ganó Bush padre, by the way). También es un fanático religioso –o un fundamentalista, si prefieres–, un ministro de la Iglesia evangélica ‘Southern Baptist’ con canal de televisión propio a modo de púlpito.
Ayer, una telespectadora le preguntaba por qué los miembros de cierta parroquia no podían ‘tener citas’ entre ellos: “Muchos estamos frustrados, porque nos vamos haciendo mayores y nadie se casa”. Y el ínclito Robertson, aprovechando que el Mississippi pasa por Nueva Orleans, soltó la siguiente perla:
“Ya sabes que aquellos que son homosexuales se extinguirán porque no pueden reproducirse. Hace falta tener sexo heterosexual para reproducirse. Y lo mismo pasa con esa iglesia. Está condenada. Se va a extinguir”. El telepredicador animó a la buena mujer a salir pitando de esa parroquia, antes de quedarse para vestir santos. Lo que se le olvidó fue informar al mundo de la fórmula para que hombres y mujeres heterosexuales dejen de una vez de tener hijos homosexuales (ahora mismo no me viene a la cabeza ningún amigo gay ni amiga lesbiana que no tenga un padre y una madre como dios manda). En fin, será que el hombre está un poco mayor…
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