El pasado jueves se estrenó en HBO la segunda temporada de una de las series más exitosas de la plataforma (y de todo Internet): El cuento de la criada. Una distopía más real de lo que a simple vista puede parecer.
La serie, que muestra un futuro aterrador, retrata la historia de Defred, una madre que no logra cruzar la frontera estadounidense y queda atrapada en un régimen dictatorial en el que las mujeres fértiles están obligadas a trabajar como «criadas» y concebir a los hijos de las familias más acomodadas.
La ideología del régimen entremezcla religión, fascismo y clasismo. Las mujeres fértiles no tienen opción y tienen que vivir por y para servir a las familias que les sean asignadas (de hecho, el nombre de la protagonista es Defred porque «pertenece a Fred»); las personas homosexuales son condenadas a muerte y los científicos y los curas también.
Lo fascinante de la serie es cómo se va descubriendo esta realidad tan sumamente terrorífica capítulo tras capítulo a través de la protagonista. Un terrible porvenir que no está tan lejos del presente como podría parecer. Actualmente, en 72 países ser homosexual es delito y en 8 se castiga con pena de muerte. No demasiado distinto a lo que plantea la serie basada en el bestseller de Margaret Atwood.
Las mujeres fértiles no tienen opción y, si quieren seguir vivas, no pueden resistirse y acaban siendo violadas (que no sufriendo abuso sexual, como algunos podrían pensar).
El cuento de la criada es duro porque es real… y la realidad asusta.