Capítulo 24
Supongo que el momento en que te das cuenta de que una persona está empezando a ser algo más es cuando te invita a ver una película, y la veis.
Llevamos solo un par de semanas quedando, y la verdad es que apenas he quedado con un par de tíos diferentes, y solo me la han chupado. No me ha hecho falta más, y ha pasado solo cuando él estaba ocupado, trabajando, y no podía invitarme a su casa. El resto de días le he preferido a él, porque siempre disfruto más con nuestros juegos. A veces me viene a recoger, otras cojo el metro hasta su casa y aprovecho el viaje para pensar en mis cosas, pero siempre me lleva de vuelta en coche. Me gusta eso, me encanta que nos quedemos en silencio mientras veo pasar las farolas por la ventanilla a toda velocidad.
Pero hoy, me ha invitado a ver una peli, y la verdad es que había quedado, pero paso del plan para ir a follar. Ese es otro de los detalles que te hace darte cuenta, cuando empiezas a buscar huecos para quedar con él, como una prioridad, y no solo cuando tienes ganas de descargar. Cuando deja de ser un perfil más guardado con la estrella que buscas si está conectado en tu día libre, y le empiezas a hablar por WhatsApp.
Llego allí, está vestido con un pantaloncito corto y una camiseta de tirantes, hay palomitas en el microondas, una botella de Coca-Cola y vasos con hielo en el salón. Pongo las piernas encima de las suyas, y me las empieza a masajear. Los dos nos miramos a veces, pero sus manos no suben apenas de la rodilla. Se me pone dura, él lo nota, pero no va directo a tocármela, solo me la roza al principio, luego la aprieta mientras sigue viendo la peli, dejándome con las ganas de que se la meta en la boca. De vez en cuando me abraza uno de los muslos como si fuera un cojín. Sabemos que no hay prisa, sabemos que lo vamos a hacer, y que no voy a irme de allí sin correrme. Me relajo.
Al rato, la película me empieza a interesar, justo cuando se tumba encima de mí, y le termino abrazando. Su cabeza no me deja ver, y tenemos que acomodarnos durante un momento de risas para seguir viéndola. Cuando me besa el brazo, sin motivo aparente, me da por bajar la mirada, y le observo. Nuestras piernas se entrelazan con la manta, sus dedos acarician los míos. Pienso en la última vez que abracé a alguien en un sofá, sin que me la mamaran antes, sin una toalla y papel por el suelo, sin nada. Apenas lo quiero recordar cuando localizo el momento. Y entonces, aunque esté a gusto, me entra miedo.
Apenas acaba la película se da la vuelta, sus labios buscan los míos, su mano busca dentro de mi pantalón. Me incorporo, y sin apenas poder hacer nada más que bajarme los pantalones y quitarle los suyos, se sienta encima. Parece que tuviera más ganas que nunca, parece que se la quiera meter cuanto antes, como si hubiera estado esperándolo toda la película. Le agarro por debajo de la camiseta, y siento cómo se mete la punta dentro, sin condón. Él gime, pero se termina levantando hasta la habitación para coger la protección. Es uno de los pocos morbos que aún no me ha dejado cumplir; metérsela entera sin nada, y sentir su calor.
No es la primera vez que lo hacemos en su sofá, pero esta vez se luce. Apenas me muevo, solo puedo agarrarle y seguir el ritmo mientras se sienta una y otra vez encima de mí hasta sacármela entera. Y, al correrme, nos abrazamos de nuevo. Y tan rápido vuelve la sangre a mi cabeza, arrastra las paranoias con ella.
–¿Cuándo me vas a dejar follarte a pelo? –le pregunto, sintiendo aún pegado su culo desnudo.
–Cuando solo me folles a mí –me responde.
–Pides mucho… –le contesto.
–¿Es que no lo valgo? –me responde poniéndome la mano de nuevo en su cadera. Yo me río.
–Tú eres el que va a chills de apeleros –“Y” se queda callado, parece que le he cortado el rollo–. Además, no nos queda nada más de la lista –vuelvo a hablar, esperando a que se dé cuenta de que no es así. Y se da cuenta.
–Sí que queda algo más, aún no hemos follado con otro.
–¿Te apetece?
–Claro. ¿Con quién? –me pregunta.
–Ni idea. Con cualquiera.
–Con cualquiera no hombre… –me dice girándose y poniéndose frente a mí–. Por lo menos uno que me folle tan bien como tú. Aunque sea difícil.
–Yo llamo a un amigo –le contesto, mientras le callo con un beso–. Pero después de eso no quedará ninguna fantasía más por tachar.
Ese día, como excepción, me quedo a dormir. Y en cuanto nos metemos en el cuarto le vuelvo a follar contra el espejo del armario, hasta que nos quedamos dormidos. Siento cómo su cabeza se levanta con mi pecho en cada respiración, y noto cómo se ha quedado dormido como un tronco mientras le acaricio el pelo. La lista se va a acabar, y pienso a qué jugaremos cuando ya no haya más morbos que cumplir. Me gusta aquello, me gusta su casa, me gusta lo fácil que es. Pero lo noto crecer dentro de mí, acordándose de lo que no se debe acordar: el miedo. El miedo a empezar a ser algo más, el miedo a que un día me aburra y necesite follarme a alguien nuevo. El miedo a que me haya invitado a ver una peli, y la hayamos visto, a pesar de haberme corrido dos veces.
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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FOTO: MANO MARTÍNEZ