ME LA SUDOKU
Si hay algo que odio en el día a día es eso de tener que jugar a adivinar con la gente. No me gustan las personas que no son claras y que van por la vida disfrazadas de sudoku, pero de esos que sabes que jamás llegarás a completar.
Esto de los juegos y las adivinanzas es una técnica que siempre está muy presente en mis escritos. Yo concibo la lectura de mis libros como eso, una especie de ‘escape room’, donde el lector tiene que ir dándole la vuelta a algunas palabras para encontrar pistas que le ayudarán a entender ese poema encriptado.
Pero ya sabemos que la vida no siempre es poesía y que de eufemismos no siempre tiene tiempo el ser humano.
Eso de ir pidiendo pistas a ciertas personas para entender ciertos comportamientos no va conmigo. Ha habido veces que la única pista que he necesitado en algunos casos, tras esos comportamientos, era de esas en las que se aterriza. Esa es la pista necesaria para los ‘despistados’ que, como yo, llevan semanas perdidos dando vueltas a las nubes y a la luna de Valencia.
Pero sin ningún tipo de dudas, peor que los eufemismos y las pistas a cuentagotas, está el silencio, algo a lo que no termino de acostumbrarme, y mira que no soy una persona de mucho ruido.
Recuerdo que, cuando me marché definitivamente de casa de mis padres para irme a vivir a Estados Unidos, después de 25 años habiendo compartido espacio con siete personas, lo que más echaba de menos era aquel ruido, que suplía teniendo la tele o la radio encendida a todas horas mientras hacía cualquier otra cosa en mi nueva casa.
Cada vez tengo más claro que hay silencios que hablan más que mil palabras dichas a la vez y comportamientos que están invitando a desaparecer. Y otra cosa no, pero yo, sin velas y sin invitación, a los entierros no voy.
Hubo alguien que una vez que me dijo una frase que no entendí muy bien en su momento y que con el tiempo he sabido descifrar: “No se termina de conocer a alguien hasta que esa persona se despide de ti”. Y qué razón tenía… Hay que ver qué fácil te lo ponen algunos…
Para aquellos cuya despedida es ponerse en modo silencio, no tengo nada que decir, señoría. No seré yo quien lo rompa… Y si a eso le sumas también el ponerse en modo avión, ya te digo yo que no será en mi ‘pista’ donde aterrizará cuando se le pase la ‘tontherida’.
Y ahora ya toca la despedida. Nos leemos el próximo sábado. Feliz semana a todos (a los que no hablan, pero sí leen, también).
TONTHERIDAS
«Mientras algunos hacen 2 flexiones al día para re-flexionar, yo escribo»
Poemas y relatos cortos escritos por el escritor y docente Juan Carlos Prieto Martínez
Todos los sábados en Shangay.com
ILUSTRACIÓN: David Rivas