No nos cabe ninguna duda de que Ryan Reynolds es uno de los actores más atractivos de Hollywood; de hecho, en 2010 la revista People lo eligió como el hombre más sexy del año. Su rostro viste los carteles de algunas de las películas más taquilleras de los últimos años, como Ted, Life o Deadpool –en 2016 se convirtió en la película no recomendada para menores de 18 años con más recaudación de la historia–, de la que precisamente hoy se estrena su segunda parte. En Deadpool 2 continúan las aventuras del más desvergonzado antihéroe de Marvel. Un auténtico gamberro que, al igual que ocurría en su debut cinematográfico, no deja títere con cabeza. No tiene reparos a la hora de meterse con algunos de los actores o personajes públicos más famosos de todo el mundo, sino que además juega mucho con la autocrítica, algo que no puede gustar más al espectador.
En Deadpool 2, nuestro protagonista debe acompañarse de héroes de lo más particulares, con los que suma fuerzas en su nueva misión, en la que no falta la acción, el humor, y algún que otro golpe emotivo. Se ha testado con éxito que Reynolds es un maestro en el arte de hacer reír, pero su currículum va mucho más allá de la comedia.
De hecho, el actor canadiense se estrenó en la pantalla grande hace más de una década con varias películas, entre ellas un título de terror, La morada del miedo. Y, aunque nunca ha dejado de lado su faceta como cómico, ha protagonizado diferentes thrillers, películas de acción, policíacas, dramas, ciencia ficción… Incluso su trayectoria también ha pasado por el cine español, ya que fue el único protagonista de la arriesgada apuesta del director Rodrigo Cortés Buried, que ganó tres premios Goya.
Una carrera llena de grandes éxitos que ha llevado a Ryan Reynolds a convertirse en un imprescindible del universo de superhéroes –omitiendo la decepción que supuso Linterna verde–, y en la que, a pesar de no haber sido nunca nominado a ninguno de los premios más importantes de la meca del cine, sí ha probado en varias ocasiones las mieles del éxito, un reconocimiento que no está nada mal.