QUE SEA DE MÁLAGA, PERO NO MALAGUEÑA
Me ha vuelto a pasar recientemente y aunque la historia se repite, ha sido de una forma totalmente distinta. Hacía un par de años que no hablábamos. Nos conocíamos porque había entrado a alguna de sus clases dirigidas en el gym al que solía ir antes del “chinito de la mala suerte” (covid-19). Ya me había animado a regresar después de año y pico, pues estaba harto de hacer ejercicio en casa, eso sí, tomando todas las precauciones oportunas. Después de un par de meses haciendo elíptica, bicicleta y peleándome con el resto de máquinas, decidí entrar de nuevo a una de sus clases dirigidas de body-pump. Antes de empezar la clase, ella me preguntó por qué había cogido tan poco peso para la barra, le dije que llevaba un tiempo sintiendo molestias en la rodilla derecha, pero entre la música y la mascarilla no entendió mi explicación. Eso fue lo que me dijo cuando vi su mensaje privado por Instagram, ya que me había marchado rápidamente al acabar la clase y cuando me quiso buscar para hablar, no estaba.
Me extrañó un poco esa forma de ponerse en contacto conmigo pero siempre he sido bastante ‘bienpensado’, aunque es cierto que para que no haya confusiones de ningún tipo, me gusta dejar claro desde el principio la liga en la que juego… Efectivamente, después de hablar un poco de todo, me hizo la pregunta y yo le respondí que sí.
Me ha pasado muchas veces a lo largo de mi vida… y no es de extrañar. Cuando le conté a mi madre que lo era, y me dijo que no se lo había imaginado nunca pero que estaba muy tranquila, eché de menos ese típico “hijo mío, esto lo sé desde que te parí”, pero no, no fue el caso.
En el trabajo, al que voy a TRABAJAR, me ha pasado también en varias ocasiones. Entiendo que es mucho el tiempo que pasamos en el centro de estudios y que algunos compañeros es ahí donde tienen su única oportunidad diaria de vida social. Me he encontrado notas varias en el coche, en mi casillero, regalos anónimos, etc… Pero fue tras un comportamiento algo obsesivo por parte de una compañera cuando cambió mi forma de relacionarme con la gente de mi trabajo. Digamos que ella me acusaba de no tratarla ‘bien’, lo cual podía malinterpretarse… Lo cierto es que no la trataba todo lo bien que a ella le hubiera gustado, pero de ahí a tratarla mal. Porque decirle a alguien “te voy a colgar el teléfono porque no quisiera tener que mandarte a la mierda” no creo que sea maltrato… Ademas, no la mandé a la mierda, como se sobrentiende.
Fue en una cena de ‘empresa’ antes de las vacaciones de Navidad cuando decidí empezar a dejar clara mi condición de condiciones porque ya me cansaba un poco el tema. Lo hice tras escuchar a una compañera de departamento que llevaba algún gintonic de más alabar mis cualidades docentes, contándome lo que otras compañeras de trabajo e incluso alumnas opinaban de mí; y sobre todo lo hice después de que se ofreciera a buscarme una malagueña guapa y salerosa para que así me quedara a vivir en esa ciudad en la que estaba trabajando ese año. Decidí de una forma poco sutil cortar ese ovillo de lana y romper esa aguja de tejer diciendo: “Con todos mis ‘espetos’, me da igual que sea de Málaga, pero que no sea malagueña”. Tardó un minuto en procesar esa frase. Después siguió bebiendo de su gintonic y yo seguí disfrutando de aquella fantástica noche de principio de Navidad.
Poemas y relatos cortos escritos por el escritor y docente Juan Carlos Prieto Martínez
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ILUSTRACIÓN: David Rivas