El artista asegura: «El VIH es una enfermedad que se contrae en un contexto de sexualidad libre, de un amor en el que no se hace daño a nadie.
En mi opinión, no hay nada malo en una sexualidad libre y promiscua, porque en las relaciones de sexo sin amor también amas, aunque sea solo por unos instantes. No obstante, las personas seropositivas vivimos con un estigma. Somos juzgados y parece que, en cierto sentido, merezcamos un castigo.
Por ello, jugué con la imagen de Hitler como la representación más alta que existe del mal y de la crueldad del ser humano. Su irrupción en la historia provocó un cambio rotundo en el concepto del arte contemporáneo, que se hizo más introvertido y austero, y afectó incluso, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, a la música.
Usé la figura de un personaje mundialmente conocido como la más alta representación de la perversidad porque me parecía perfecta para representar el vínculo entre el castigo y la vida sexual promiscua.
Hitler me parecía un personaje al límite de la condición humana, una figura muy interesante con la que trabajar. Nombrarlo no solo no deja indiferente a nadie, sino que genera sentimientos de censura y repulsión. El mero hecho de observar su rostro despierta inmediatamente la controversia sobre la conducta del ser humano.
Decidí tomarlo como punto de partida; le desnudé y despojé de su imagen para hablar de una sexualidad promiscua, que deriva hacia enfermedades. Una forma de expresarse sexualmente que nuestra educación judeocristiana castiga, condena y juzga, con más intensidad a medida que tu conducta se confunde con cierta alusión a una sexualidad turbia y oscura como pueda ser el BDSM. Así, trabajé sobre la figura de la maldad y de la culpa combinándolas con cuerpos con malformaciones congénitas inspirados en los cuerpos freak del circo norteamericano, del filme de Tod Browning La parada de los monstruos (1932)».
Autorretrato con su madre. «La idea surge de mi interés por la iconografía cristiana, de mi atracción por la figura de Cristo y el vínculo de dolor de la madre hacia su hijo. Me pareció muy estimulante trabajar ese concepto en un autorretrato con mi madre, siendo protagonistas y jugando con nuestra propias emociones», asegura el autor.
El trabajo de Nacho Hernández se presenta por primera vez en Madrid, del 16 de febrero al 11 de marzo, en el Espacio Natalena. Allí podremos ver una selección de su obra reciente. Este artista nació en León y creció en Valladolid, pero su formación como pintor le llevó a cabo en la Escuela de Bellas Artes de Salamanca. En la actualidad trabaja y reside en Barcelona.
Su obra pictórica toma como punto de partida el dibujo que realiza a partir de fotografías tomadas por él mismo. Para estas utiliza como modelos tanto a personas de su entorno mas próximo, incluso familiar, como a gente que encuentra o conoce por la calle. A partir de estas imágenes organiza composiciones en las que se aprecia su interés y conocimiento de la pintura clásica, aunque puesta al servicio de una visión subjetiva y personal y absolutamente actual.
El autor explica su obra: «El tema principal es el instinto frente a la represión, ya que Yerma lucha porque su instinto le dice que debe ser madre, pero no lo logra, y por eso termina odiándose. Por un lado, a través de un gesto radical, se libera de la esterilidad de Juan, aunque no de su tragedia personal. Por otra parte, la determinación de Yerma de matar a Juan obedece en parte a su deseo de cumplir con una función impuesta por la sociedad; quiere tener hijos como las mujeres casadas que viven a su alrededor, pero al no poder tenerlos se libera de la carga matando a su marido».
La obra de Hernández está realizada en óleo sobre lienzo y abundan los grandes formatos en los que los personajes retratados miran siempre al espectador. En ocasiones utiliza como referencia o incluso como modelos personajes históricos o de ficción. Y es que su pintura, a pesar del realismo formal, tiene un evidente carácter simbólico.
El artista no pretende reflejar la realidad ni reproducirla, sino utilizarla para representar y comunicar aspectos de su propia biografía. En su caso, esta se mueve siempre entre los tradicionales extremos de lo carnal y lo espiritual, el eros y tanathos del mundo clásico, puestos al día con una estética que busca la identificación pero también la confrontación con el espectador. Es como si mostrándonos algunos de sus secretos, sus culpas y sus deseos, buscara exponer también los de aquellos que admiran su obra.
DEL 16 de febrero al 11 de marzo se podrá visitar en el Espacio Natalena (C/General OraÁ, 29 – Local B) DE MADRID