Capítulo 63
“Nadie se corre” (parte 1)
(Y)
¿Cómo puede estar tan loco? ¿Cómo lo estoy yo por seguirle? Pero aquí estoy, conduciendo mientras le toco el rabo camino a la playa.
Domingo, no sé cuánto tiempo pasó en la sauna. No sé cuánto estuvimos follando en mi casa al llegar, cuánto dormimos después. Pero al despertarnos, en vez del tradicional bajón, el cabrón tenía una energía envidiable. Tenía ganas de hacer algo diferente. Resulta que nuestro hobby va a ser escaparnos de la ciudad y, bueno, a mí solo me quedan unos meses antes de mudarme, pero parece que esta va a ser la primera de muchas. O eso quiero creer.
Sigo algo colocado, o el que me coloca es él. La arena caliente entre los dedos de los pies, el sol en toda mi espalda. El sonido del mar. Me ha puesto cachondo ver cómo se quita los calcetines, cómo es tan tosco con esas zapatillas que una vez fueron blancas, tan él. Se me ha puesto dura al verle correr hacia el mar, sus piernas apretando contra la gravedad, sus brazos intentando alcanzar el agua antes de tiempo. Me ha calentado cuando ha vuelto empapado, la sal recorriendo las venas de esa V marcada, apelmazando el vello de sus piernas. Deseaba que fuera tan tonto como para mojarme, y lo ha hecho. Se sacude el pelo encima de mí, como un cachorro revoltoso, y aunque me molesto se tumba junto a mí para que no me aparte. Me agarra las muñecas contra la toalla, me atrapa, no puedo moverme y tampoco quiero. Me besa.
Follar en la playa es incómodo. Nos entra el pudor por si nos ven aunque no hay ni cristo, el aire arrastra granos que chocan en mi cara mientras me la trago entera. El sol termina haciendo que busquemos una sombra tranquila. Sus manos secando el agua contra mis nalgas hasta que empieza a picar.
Me pone que me cambie de postura a su antojo, que pueda conmigo. Me calienta que empiece a llevar la iniciativa porque ya no puede más, que le deje de importar todo, que se descontrole de esa forma. Hinca mis rodillas en la arena y aguanto cómo me abrasan, me inclino pero con el espacio suficiente para poder mirarle. Lo que más me pone del mundo mundial es ver cómo entrecierra los ojos cuando la mete por primera vez, cómo me agarra la cara y uno de sus dedos termina entrando en mi boca. Como nos hacemos uno, cómo me hace perderme en él.
Me agarra del cuello y me echa la cabeza para atrás, me da besos tiernos mientras sigue follándome.
Creo que te das cuenta de que alguien te está gustando de más cuando te pone todo de él. Porque vuelve a vestirse, y vuelvo a mirar esos calcetines y os juro que me muero por olerlos, porque me los meta en la boca echando otro polvo en el coche de camino a casa. Lamerlos, lamer todo de él. O puede que solo sea los restos de mefe que me queda en el cuerpo y que me van a hacer conducir durante horas en esta locura que nos acabamos de inventar.
Pero se queda dormido en el asiento del copiloto. Qué bebé. Cree que no me acuerdo, que he ignorado lo que me dijo en la sauna antes de correrse, pero no lo he hecho. Bueno, un poco sí, hasta ahora. Porque si alguien te dice colocado que te quiere, no te lo terminas de creer, es el subidón. Pero cuando me empiezo a plantear que este hobby, salir los domingos solo por follar con él en lugares nuevos, podría ser parte de mi vida… cuando me imagino que podría meter esas zapatillas en la lavadora para darle la sorpresa de que vuelvan a ser blancas, cuando le imagino dejándome hacer lo que quiera con sus calcetines, verle correr, abrazar, reír cada día… cuando te das cuenta de que lo que te pone es pasar tiempo con él, y que lo empiezas a necesitar justo después de que te hayan dicho te quiero… da miedo. Pero qué queréis que os diga, si en un mes me piro de aquí pienso volver a follármelo en la playa otra vez, empezando por mamársela desde mi asiento cuando paremos a descansar un rato.
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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FOTO: @WHEREISLUCASTODAY