Maldini participa en la nueva campaña de Heineken para la Champions de este año ‘THE Champions Theory’, en la que él y todos los aficionados que lo deseen se someterán a un análisis científico para encontrar (siempre en clave de humor) las teorías para la preparación del partido perfecto.
17 de marzo de 1976. El Real Madrid se juega frente al Borussia Monchengladbach el pase a la siguiente ronda de la Copa de Europa de fútbol. Por aquel entonces, Julio Maldonado ‘Maldini’, tal vez el mayor experto de nuestro país si hablamos del deporte rey, ya había descubierto su gran pasión. Eso sí, no recuerda qué hizo hace 39 años para irse a la cama sin ver el partido. Su padre le había aplicado «el castigo más cruel que me han puesto en la vida» y, además, pese al resultado (1-1), gritó gol en más de una ocasión para engañarle. Había sido un flechazo y el amor no entiende de correctivos.
No se comprenden tantas horas hablando de hombres en pantalón corto sin que tu trabajo sea también la consecución de un sueño: «Necesito ver fútbol para ser feliz», confiesa. Más de 20 años en Canal Plus, sus intervenciones en la Cadena Ser, análisis en el Diario AS y comentarios en Mediaset le avalan. Su archivo es incluso más popular que él: «Tengo un servidor salvaje con 80.000 partidos aproximadamente», por lo que su casa, donde intenta pasar las mañanas, es más una biblioteca con aires de templo donde se rinde culto al balompié. Pero tranquilos, que no los ha visto todos. Eso sí, a los que puedan pensar que es un enfermo, Maldini no les quita toda la razón: «Si es con cariño, igual sí, aunque yo más bien me considero un adicto».
Talento individual, igualdad y manejo de la estrategia. Podríamos estar hablando de cualquier ámbito de la vida, pero para el periodista estos son los ingredientes que debe tener un partido perfecto. Ya lo comentaba en las #TeoríasChampionsTheMatch de Heineken, «jugar bien es tener el balón y a la larga es la fórmula para ganar». Imposible resistirse a conocer su opinión acerca de los 3 grandes de nuestra liga: el Madrid «va a mejorar», el Barcelona «maneja muchos registros pese a no estar a nivel del de Guardiola» y el Atlético de Madrid «está claramente peor que el año pasado». Sentar cátedra debe consistir en algo similar. ¿Y Cristiano? Pues «entiende peor el fútbol que otros pero tiene unas condiciones impresionantes». En Shangay estamos de acuerdo con esto último…
Un poco de cultura. «Me encantan el cine y las series». Está enganchado a The Americans, pero no se olvida de Breaking Bad, una de sus preferidas. En la gran pantalla, recomienda enfervorizadamente El secreto de sus ojos, protagonizada por Ricardo Darín, «una de las películas cumbre que he visto en mi vida». Drama podría ser su segundo apellido en la ficción. Cuesta creerlo, pero «de vez en cuando necesito desconectar del fútbol», y si se decide, es tan intenso como cuando visiona encuentros.
No obstante, lo que sí parece ir camino de la tragedia es el panorama futbolístico hacia el que nos dirigimos. «El fútbol es un negocio», y como tal intenta aprovechar todos los recursos económicos que genera. Si hay que disputar un mundial en Rusia bajo leyes homófobas, se hará; y si hay que interrumpir la liga doméstica en noviembre para llevarse la máxima competición entre países a Catar en 2022, a los dirigentes no les temblará el pulso. Los intereses son el poder, y España, que huye del bipartidismo en política, sí atisba cada vez más diferencias entre los equipos potentes y los humildes.
Y estos problemas trascienden llegando a nuestra sociedad. En ocasiones, lo banal derriba lo profundo, y ese síntoma camina de forma indirecta como una losa hacia cualquier futbolista gay que pretenda hacer pública su sexualidad. «Al final se fomenta más la pasión que cualquier otra cosa», explica Maldini, y son precisamente los extremos irracionales el germen perfecto para uno de los grandes tabúes del deporte. ¿Qué pasaría si un futbolista importante decide salir del armario en España? Nuestro protagonista asume la división de opiniones: «Lamentablemente, recibiría insultos y cánticos de los rivales, aunque también apoyo de sus aficionados».
«El problema de la falta de cordura acaba generando violencia», y esa cordura en peligro de extinción es la que intenta difundir desde su pequeño reducto semanal de Fiebre Maldini, el programa que conduce. Y en materia LGTB, el protocolo debería ser tajante: «Si un jugador se declara homosexual y se le insulta por ello, se deberían tomar medidas en los propios clubes», afirma. La discriminación es «algo que no se puede permitir», y menos en su caso pues no soporta la intolerancia. «Hay mucha», se resigna, al tiempo que pone la mano en el fuego por toda la profesión. Si un futbolista admitiese públicamente que es gay, «estoy seguro de que nadie escribiría barbaridades sobre el tema».
«Los dos mejores amigos de mi padre eran una pareja gay, y eran encantadores», recuerda como anécdota. Y es que cada uno en su casa tendría que asumir la homosexualidad «como lo que es, algo natural». Es más, si cualquier persona de su entorno más cercano descubriera que les gustan personas de su mismo sexo, «le querría igual». «Tenemos ahí un tabú absurdo», que desde la FELGTB se está intentando combatir con la ya famosa #LaLigaArcoIris, una iniciativa «magnífica» que protesta contra la homofobia en el fútbol a partir de portar cordones con la bandera gay en las botas. El último en sumarse, el Córdoba. Algo parece estar cambiando.
Y quién lo diría, él también sufre insultos, sobre todo a través de Twitter. Sin embargo, se queda con lo mucho y bueno que le aportan las redes sociales y «no le da la más mínima importancia» a los que le increpan. Su última novedad en lo tecnológico, la aplicación Desafío Maldini, 1500 preguntas sobre fútbol con premios semanales para los ganadores con el objetivo de «descubrir locos de esto». Tiene una pasión por castigo (de los que no te mandan a la cama sin ver fútbol) y lo demuestra cada día.