La nuestra es su primera entrevista de la mañana, y no precisamente temprano, pasado el mediodía. Pero Vinila –bueno, Irene, la persona tras el personaje– llega tarde y con cara de sueño… Eso sí, con la raya del ojo perfectamente perfilada y los labios bien rojos. Se disculpa, que para eso es muy educada, y pide un té verde. No es Vinila von Bismark la destroyer que muchos hombres imaginan al juzgarla solo por su poderosa imagen. Y tampoco Irene va de mujer fatal 24 horas al día. “Vinila está ahí para cumplir los sueños de Irene”. Se le iluminan los ojos al decirlo. “Irene es una trabajadora que está aprendiendo cada día para que Vinila crezca un poco más”.
La noche anterior tuvo función de The Hole 2, como casi todos los días, y por eso está muerta. Ahora le toca compaginar el show con la promoción de A Place With No Name, el primero que firma sola. “Soy culillo de mal asiento. Y aunque estoy muy contenta de mis trabajos anteriores con Krakovia y The Lucky Dados, sentía que debía dar este paso y subir otro escalón”. Su sueño era trabajar con un hombre tan respetado como el productor The Legendary Tigerman, que firmó uno de los discos que más le han marcado, Femina (2009), en el que participaban mujeres como Asia Argento, Maria de Medeiros, Peaches y Lisa Kekaula. “No perdía nada, así que le escribí y le mandé las maquetas. Fue un lujo que aceptara producirlo”. Tenía claro cómo quería que fuese este disco, porque en él tenía mucho que demostrar(se). Además de la vena fronteriza que se presupone en todas sus grabaciones, quería explotar otros universos. “Por eso el disco tiene un lado muy oscuro, de pantano, y otro exótico-andalusí. Él, aun siendo portugués, ha sabido perfectamente entender mi rollo. Me mola que sea un álbum difícil de clasificar, que se vea como una rareza, que es como yo llamo a las cosas que me resultan especiales”. Cuenta que los discos que siguen una única línea le resultan monótonos y aburridos, y que eso es lo último que querría provocar con el suyo. Igual que, aunque le apasione lo retro tanto a nivel musical como estético, huye de anclarse en el pasado. “Igual que me nutro de lo antiguo, estoy muy pendiente de lo que sale ahora, tanto en música como en cine y en moda. Me gusta beber de todo, y lo retro no me ciega. Soy una pin-up del siglo XXI”.
Granaína de pura cepa, cuenta que este es su disco más personal. “Hay muchas letras y melodías inspiradas por mi añoranza de Granada. Tiene un punto muy Irene este disco, está en él mi corazón a flor de piel. El mix que tengo en mi vida quería plasmarlo”. Por eso A Place With No Name tiene momentos ‘moruno-granaínos’, rockeros, de pop sesentero, temas en inglés, francés y español… Nos descubre a una Vinila más ecléctica de lo que cabría pensar, y surge una cuestión curiosa. Si ‘megusteas’ a von Bismark en Facebook, te recomiendan que lo hagas también con Nancys Rubias, Loquillo, Fuel Fandango, Imelda May y The Zombie Kids. ¿Qué opinará de esas recomendaciones? “Ay, qué maravilla, ¡me encantan todos y cada uno! De hecho, en el concierto de presentación en Madrid, único e irrepetible, una de mis invitadas fue Cristina de Fuel Fandango”. ¿Contará en algún concierto también Rossy de Palma, su partenaire en el vídeo de Snake? “Ya se verá”, afirma misteriosa. “Rossy es mi gurú, siento pasión por ella. Tenía muchas ganas de que estuviera en uno de mis vídeos, y por fin se ha hecho realidad. Tenemos una química brutal”. Y se dan un beso con un toque gay de lo más sensual, además. “Me gusta siempre jugar con ese rollo de que no se sepa de qué voy… Y admiro la belleza de la mujer, no veo ningún problema en demostrarlo”. Se agradece que una artista como ella desafíe las normas establecidas, firmemente hetero, en el mundo del burlesque y el cabaret. “Es verdad que ellos priman las fantasías que provocan el deseo del hombre hacia la mujer, pero yo no soy partidaria de que sea así. Me atrae más un rollo ambiguo que el típicamente hetero, y hago las cosas como las siento”. Lo suyo es siempre apostar por la naturalidad, afirma, decir o hacer lo que le pide el cuerpo sin reflexionar demasiado, buscando complacer al espectador, sí, pero primero a sí misma. “No soy para nada pudorosa en ningún sentido, si lo fuera no podría dedicarme a esto. El burlesque me sirve para reírme hasta de mí y para huir de cualquier tabú, y eso me hace sentir muy bien”.