Así es la historia de Otho, un joven trans que ha tenido que dejar los estudios por discriminación

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Otho tiene 16 años y sueña con ser ilustrador. Es un joven trans diagnosticado con altas capacidades, pero tiene miedo de volver al instituto. Ahora, convive con depresión y ansiedad y se niega a salir de casa después del trato recibido por la comunidad educativa del instituto Ferran Casablancas de Sabadell (Barcelona).

La madre de Otho ha interpuesto una denuncia contra el centro por «incidencias discriminatorias y tránsfobas» por parte del profesorado del instituto. «Son muchos y han machacado a Otho», explica Sheila, su madre, en El Periódico. A la transfobia, se suma la incapacidad de tratar su trastorno del Espectro Autista en grado 1, diagnosticado en sexto curso.

En su paso por Secundaria decidió salir del armario, y el centro en el que estudiaba hizo lo que se debe hacer en estos casos: ser empático y darle las facilidades necesarias. «Cambiaron su nombre en la lista de clase y utilizaban el pronombre masculino para referirse a él», asegura Sheila. A pesar de la transfobia sufrida por parte de algunos compañeros, pudo sacarse la Secundaria.

Sin embargo, en Bachillerato todo cambió. Amante del arte, el manga y los videojuegos, Otho lo tenía claro: quería hacer Bellas Artes. Su sueño se rompió al inicio del curso, y desde entonces, el joven sufre «disforia, ansiedad, depresión e invalidación».

Al inicio del curso, Sheila se reunió con el tutor (a pesar de la reticencia del mismo), para explicarle el ‘Plan Individual’ pautado para Otho, que lleva siguiendo desde Primaria. Este plan consiste en sentarle en primera fila, tener más tiempo para hacer los exámenes (por su TDAH) y llevar auriculares sin música para el ruido. El tutor le dijo que había un equipo especializado en autismo, «y la verdad, me dejó mucho más tranquila, pero no era verdad».

«Los problemas empezaron desde el primer día, pero no me dijo nada porque no me quería preocupar», lamenta la madre. Había un viaje de estudios al País Vasco. Otho había confirmado asistencia, pero una semana antes, citan a la madre para comunicarle que su hijo no va a ir. Le dijeron que su hijo tenía atemorizada a la clase. «Yo aún no sabía que quien sufría acoso, en verdad, era él», sentencia.

«Argumentaron también que lo habían consultado con el equipo psicopedagógico del instituto, que nunca ha visto a mi hijo, y no estaba capacitado para viajar». Al día siguiente, Sheila presentó un informe de la psiquiatra y el psicólogo de la Seguridad Social que atienden a Otho, «que demostraba que estaba bien» y capacitado para ir. Pero, finalmente, no hizo ese viaje.

A todo esto, se suma la transfobia, tanto de alumnos como de profesores. La madre ha expuesto varios ejemplos concretos. En una clase, Otho dijo que quería ser ilustrador, y la profesora le corregía diciendo «ilustradora» varias veces, hasta que le dijo «lo que seas, ya está». Otra profesora se refería a él siempre en femenino, «porque con tu voz y tus rasgos me confundes». Además, sus compañeros se burlaban de su condición.

Ahora, Otho no quiere salir de casa, y tiene ansiedad y depresión. Está en seguimiento intensivo y valorando la posibilidad de acudir a un hospital de día de adolescentes para activación conductual e intervención educativa y clínica. Su madre es clara: «Exijo responsabilidades. Por mi hijo, por el daño causado, por vulnerar la ley de inclusión, la ley trans y hacerle perder un año de sus estudios… y perderse él».