La furia travesti golpea de nuevo, y lo hace con una jauría de perros y en silla de ruedas. Dogman es la nueva película del aclamado director francés Luc Besson, autor de obras tan celebradas como El quinto elemento, Nikita y León, el profesional, que tras su paso por la última edición del Festival de Venecia llega a los cines el próximo 2 de agosto. En ella, seguimos la historia de Douglas, un joven atormentado que tiene una relación especial con los perros. Una relación tan estrecha que hasta es capaz de controlar a los animales a su antojo… incluso para matar.
Además, el protagonista encuentra en los escenarios una vía de escape a su cruda realidad de padre maltratador, familia desestructurada, infancia tormentosa y vida en silla de ruedas; y comienza a trabajar en un cabaret de drag queens donde la purpurina, el maquillaje y las pelucas le regalan un halo de esperanza. Y es que, ¿a quién no le salva la vida una buena drag travestida de Madonna o Cher?
Besson nos tiene acostumbrados a un cine cargado de violencia, sangre y suciedad que transmite a la perfección la decadencia de sus personajes. Algo que se recalca con más énfasis en Dogman, donde entre excrementos de perro, mugre y pelucas despeinadas vive el protagonista. Conoceremos poco a poco su historia a través de su propio testimonio, que confiesa en una celda de prisión a la psiquiatra encargada de su caso. Caleb Landry Jones y Jonica T. Gibbs interpretan de manera sobresaliente esta dupla cargada de emoción, empatía y sinceridad, en la que les vemos concebir una bonita relación que se acerca demasiado a la amistad. Una confesión casi religiosa en la que el estupendo actor principal transita entre la locura, la nostalgia, la tristeza y el sarcasmo mientras recita a Shakespeare o se convierte en Marlene Dietrich.
En ese cabaret de ensueño en el que las drag queens acogen a Douglas como una más, nace un imaginario de lo más divertido. Un montón de divas cuidándose las unas a las otras, como una familia escogida. Porque la película habla mucho sobre ello, sobre la familia que no es de sangre, ya sea la que encuentras en la calle con amigos que se convierten en hermanos o la que tienes con tus mascotas, a las que quieres como si fueran tus hijos. La familia escogida como núcleo de salvación, como refugio.
Todo ello cargado de la rabia, la culpa y el dolor que viven impregnados en el personaje principal, y que otras veces hemos visto representados. Esa furia travesti de la que hablan escritoras como Camila Sosa Villada y Marlene Wayar, o en películas como Hedwig And The Angry Inch, con un John Cameron Mitchell colérico, y en Pink Flamingos con una Divine disruptiva. Lo drag como lucha y el arte como salvación, dos puntos de partida por los que Luc Besson transita en este thriller inquietante y conmovedor.
La historia tiene ecos de la magistral Joker de Todd Phillips y escenas para el recuerdo (soñarás con esa Marilyn Monroe con escopeta rodeada de perros salvajes o con ese lipsync de Edith Piaf entre lágrimas). Y aunque parezca que a veces cae en el melodrama, Besson sabe navegar muy bien en su tono y consigue una película resultona y convincente, con buen ritmo y una interpretación de lo más destacable. Si quieres violencia, perritos, venganza, mala baba y travestis… no te la pierdas.
DOGMAN LLEGA A LOS CINES EL PRÓXIMO 2 DE AGOSTO