Vivimos en un mundo digital donde las noticias y las opiniones van a toda velocidad. No hay tiempo para informarse con detenimiento, ni para razonar, y hay que emitir un juicio rápido sobre un titular corto que ni siquiera sabemos si es veraz. Con este contexto, cada vez más peligroso, Cacophony plantea un gran debate para los espectadores. La obra cuenta la historia de una joven que, tras un controvertido juicio por violación, se convierte en un referente del movimiento feminista gracias a Internet.
Sin embargo, igual de rápido que las redes te llevan a la gloria, en poco minutos puedes ser odiada por la multitud. Sobre estos fantasmas del siglo XXI y las pesadillas de la era digital hablamos con Laia Manzanares, una de las protagonistas de la obra que llega el 15 de noviembre al Teatro de La Abadía.
“Estamos en una situación muy compleja. Muchas veces convertimos en estandartes ideológicos a gente que ni siquiera está del todo informada para serlo o no le permitimos la posibilidad de equivocarse. Parece que estamos esperando como buitres para ver cómo cae la gente para despedazarla y destruirla”, cuenta la actriz catalana.
“Además, me da mucha rabia sentir que la cultura de la cancelación solo afecta a unos pocos. Siempre somos las mujeres y las personas LGTBIQ+ las más concienciadas con según qué cosas, pero luego hay señores blancos y heterosexuales que hacen y dicen barbaridades y siguen ahí, en lo más alto del mundo, llenando estadios, etcétera”.
Cuenta Manzanares que esa presión sobre las redes sociales también se extrapola a su profesión, donde cada vez más la figura del actor se mimetiza con la del influencer, y parece que hay que estar siempre visible y activo para que los directores de casting se fijen en ti. “Intento que eso no me obsesione. Para mí son dos cosas que no tienen nada que ver, estoy en redes como cualquier persona de mi edad, pero no me gusta darles demasiada importancia. De hecho, conseguí bastantes seguidores cuando estuve en la serie Merlí, que tuvo mucho éxito. Y desde entonces he ido perdiendo seguidores y es algo que me da igual, no quiero usar mis redes de esa manera. Lo hago cuando quiero y subo lo que me apetece».
«Soy consciente que hay papeles que se los dan a influencers que no tienen mucha idea de actuar solo porque tienen seguidores. Está claro que ese proyecto va a hacer más números que con una compañera a quien no le sigue nadie, pero es descorazonador porque es una profesión que cuesta mucho y tenemos una tasa de paro altísima. Me parte el alma”, confiesa.