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Si hasta ahora el dueto que se marcaron Freddy Mercury y Montserrat Caballé en la inauguración de las Olimpiadas del 92 en Barcelona había sido lo más LGTBIQ+ que habíamos visto en unos Juegos, lo de este año en París nos dejó con la boca abierta. Todo comenzó con una espectacular gala de inauguración que corrió a cargo del director artístico queer francés Thomas Jolly. Con la bellísima ciudad de la luz como escenario, el espectáculo comenzó con una Lady Gaga cantando a las orillas del Sena al más puro estilo music hall y con mucho plumerío, y terminó con una sublime Céline Dion homenajeando a Édith Piaf desde el primer piso de la Torre Eiffel. Sin olvidar de cuando la pasarela Debilly que cruza el Sena se convirtió en una auténtica ballroom para homenajear al mundo de la moda, con la DJ lesbiana Barbara Butch encargada de poner a todo el mundo a bailar con la presencia de drag queens como Paloma, GiGi Revlon, Nicky Doll y Piche, toda una colección de personalidades diversas en cuestiones de género, raza, edad o movilidad.
Respecto a lo más puramente deportivo, no podemos pasar por alto las medallas con las que se hizo la española María Pérez, toda un referente LGTBIQ+ para nuestro país, que además formó parte de nuestro anuario del pasado año como futuro del colectivo. Y menudo futuro. También hay que señalar a las deportistas Amandine Buchard, Lauren Scruggs, Perris Benegas, Freddie Wanders, Rafaela Silva, Carl Hester y Arthur Nory, entre otros tantos deportistas que forman parte del colectivo y, ahora también, de la historia del deporte. Aunque si ha habido un gran protagonista, ha sido el británico Tom Daley, todo un referente LGTBIQ+ que en estas Olimpiadas ha anunciado su retirada. Todo un broche de oro para su carrera. En definitiva, estos Juegos Olímpicos han sido la muestra de la nueva sociedad en la que vivimos y de cómo queremos que sea el mundo del deporte: un lugar seguro, plural, libre y diverso.