Andalucía es tierra de sol y de buen tiempo, todo lo contrario a las tierras del norte de Europa. Por eso, para alguien como Adrián, natural de Adra (Almería), no tuvo que ser fácil vivir ese gran contraste. Sin embargo, y a pesar de sus largos inviernos, el almeriense reconoce estar encantado con el país. Su tranquilidad, su paz y su paisaje lo convierten en todo un paraíso lleno de castillos, bosques y rincones de fantasía.
“La naturaleza fue una de las cosas que más me sorprendieron de Luxemburgo. Es un país verde, incluso el centro de las ciudades está lleno de vida, árboles y ríos. La ciudad de Luxemburgo está construida a dos alturas y la atraviesa un valle, por lo que pasear por sus pueblos es una pasada. Es un país de cuento, como estar en mitad de un bosque con casitas. Tiene un paisaje muy bonito”.
Cuenta que llegó a Luxemburgo casi por casualidad, justo al terminar sus estudios en Traducción e Interpretación, cuando estaba buscando un destino donde poder encontrar un trabajo acorde a su carrera. Tras barajar ciudades en Bélgica y Holanda, terminó decantándose por este pequeño país europeo donde lleva viviendo, en pleno centro de la capital, desde hace cinco años. Y trabaja en el Centro de Traducción de los Órganos de la Unión Europea.
De hecho, la influencia de Bélgica, Francia y Alemania se hace latente en el país, donde su cultura es rica por su influencia. Con tres idiomas oficiales –luxemburgués, alemán y francés– y una gran influencia portuguesa: “Es algo que no me esperaba, pero al parecer durante los 70 hubo una gran acogida de inmigrantes portugueses e incluso se llamaba al país como la ‘pequeña Portugal”.
Su multiculturalidad se ve también en sus calles, al igual que en su gastronomía. Aunque si algo le llamó la atención de su comida fue la gran variedad de quesos y vino: “Si alguien viene a Luxemburgo, tiene que hacer sí o sí una cata de vinos junto al río Mosela. Están riquísimos, y los acompañan con un montón de quesos, que es de lo más típico aquí. Como la fondue de queso”. Adrián vive junto a la estación de la ciudad, en pleno centro de la capital, y remarca que una de las mejores cosas de ella es su seguridad y tranquilidad. También en cuestiones de libertad LGTBIQ+, donde se respira mucha calma.
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“Nunca he tenido ningún problema, ni he escuchado que haya habido casos de discriminación. Puedes ver a chicos pasear de la mano tranquilamente sin que te llame la atención”. No obstante, cree que al país aún le queda tomar medidas y decisiones legislativas para avanzar en los derechos del colectivo: “Es algo que me sorprende. Hace poco tuvimos un presidente abiertamente homosexual, y aquí no hay ningún problema, pero aún falta que haya más leyes que protejan a las personas del colectivo. De hecho, la ley de matrimonio igualitario se aprobó hace relativamente poco, en 2015. Creo que es porque no lo ven como un problema real, porque de por sí la gente vive en armonía, pero los políticos deberían sentarse y hablar de estas cosas”, cuenta.
Y aunque dice que no hay un barrio LGTBIQ+ como en otras ciudades del mundo, hay bares como el Letz Boys que están creciendo poco a poco y trayendo a drags locales para que el público más diverso pueda conocerlas. “Además, el Orgullo no se hace en la ciudad, lo llevan a un pueblito donde se hace una gran fiesta organizada por unas pocas asociaciones, y todo el pueblo se involucra en la celebración. También se organiza un maratón LGTBIQ+ en julio y viene mucha gente a correr, y todos los beneficios se destinan a organizaciones luxemburguesas que luchan contra la discriminación”.
Confiesa que se quedará algunos años más viviendo en una ciudad en la que está muy a gusto, y puede viajar por Europa gracias a la proximidad de país como Alemania y Francia. “Como estamos justo en el centro de Europa, lo tienes todo muy a mano. Incluso dentro del país, donde el transporte público es gratis y puedes coger cualquier autobús o tren y recorrer todos los pueblos. Es un plan perfecto si te pasas por aquí unos días”.