Donald Trump ya es oficialmente el 47º presidente de Estados Unidos. Ayer, lunes 20 de enero, juró su cargo y dio un discurso sobre los que serán sus objetivos en el Gobierno.
“A partir de hoy, en la política gubernamental de Estados Unidos solo hay dos géneros: masculino y femenino”, anunciaba en el Capitolio, horas antes ordenar el fin de los programas de diversidad y a las políticas de género. Y añadía: “También pondré fin a la política gubernamental de intentar diseñar la raza y el género en cada aspecto de la vida pública y privada”.
En su camino a cumplir con su promesa electoral de destruir la “cultura woke” y “restaurar la verdad biológica”, la Casa Blanca publicaba una orden ejecutiva, que todas las agencias federales deberán aplicar, en la que señala que “estos sexos no pueden modificarse y están arraigados en una realidad fundamental e indiscutible” y que “los fondos federales no deben utilizarse para promover la ideología de género”.
El decreto firmado por Trump en sus primeras horas como presidente sentencia a “los hombres que se identifican como mujeres” y les niega el acceso a “espacios íntimos de un solo sexo y a actividades diseñadas para mujeres” como pueden ser los refugios de violencia doméstica o los vestuarios en lugares de trabajo.
Una política que va a afectar a 1,3 millones de adultos (0,5% de la población estadounidense) y a 300.000 jóvenes de 13 a 17 años (1,4%) que se identifican como personas trans, según un estudio del Instituto Williams, aunque solo una pequeña minoría se somete a las terapias de reafirmación de género. Además, los estudios demuestran que los jóvenes trans sufren más depresión y tienen una tasa de suicidio más alta que el resto de la población.
Con la aplicación de estas políticas, los afectados sienten miedo por no poder mostrarse como verdaderamente son y por si el número de ataques LGTBIfóbicos aumenta. Según el director del Centro Nacional de Ayuda LGTBIQ+, Aaron Almanza, han recibido al día unas dos mil llamadas desde que Trump ganó las elecciones, cuando el número habitual era de trescientas.