El Espacio LOEWE expone las fotografías de Peter Hujar y David Wojnarowicz, dos artistas que reflejaron en sus obras la transformación social que se gestó en el sur de Manhattan en los años setenta y ochenta del pasado siglo.
Son sesenta obras, muchas de ellas desconocidas, de dos décadas irrepetibles. Preludio ideal para celebrar el 50 aniversario de Stonewall en 2019 y el WorldPride de Nueva York.
La tienda de LOEWE en la Gran Vía no es solo un icono de la mítica marca de lujo española, es un símbolo de Madrid. Un espacio que representa lo que fue, lo que es y lo que será esta firma que ha roto fronteras y deslumbrado al mundo. Estos días, durante este Orgullo, sus legendarios toldos se han teñido con los colores de la bandera arcoíris. Un nuevo gesto de homenaje a la comunidad LGTBI y al Village neoyorkino.
Hoy, cuando la moda ha dado el salto fuera de las pasarelas, en una época en que los museos más importantes del mundo acogen exposiciones sobre los grandes modistos, esta emblemática tienda ha reorientado su planta baja como sala de exposiciones.
Moda y arte, dos disciplinas que llevan años caminando de la mano, forman un matrimonio indisoluble. La moda se inspira en el arte, pero son los artistas más punteros los que crean moda y cambian la sociedad.
La Fundación LOEWE trae a su ‘casa’ a dos grandes fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX, Peter Hujar y David Wojnarowicz. Sus obras son el reflejo de la contracultura LGTB neoyorquina de los años setenta y ochenta. Se trata de sesenta impresiones originales, muchas de ellas procedentes de colecciones privadas, que son prácticamente desconocidas.
La exposición es un testimonio gráfico de lo que fue la zona sur de Manhattan en una época crucial, como fueron esos setenta y ochenta del pasado siglo. En esos años se produjeron radicales transformaciones sociales y políticas, que estuvieron lideradas, precisamente, por artistas y pensadores como ellos.
La exposición, comisariada por María Millán, presenta a Wojnarowicz y a Hujar como dos creadores autónomos, cuya obra se sostiene por sí misma y, sin embargo, aparece vinculada por una trágica amistad. Incluye varios retratos que Hujar hizo a artistas, escritores y creadores coetáneos, cuya voluntad por desafiar las normas establecidas trazó un camino hacia el progreso, y fijó un modelo global de contracultura.
Hujar y Wojnarowicz se conocieron en 1980. Lo que nació como una fusión de creatividades dio paso a un breve idilio romántico y, poco a poco, se transformó en un profundo lazo que sobrevivió a la muerte de Hujar (veinte años mayor que Wojnarowicz). Ese East Village de Nueva York, que fue el horno donde se cocieron tantos cambios sociales, está ahora en la Gran Vía de Madrid.