La catalana Fer Rivas (Barcelona, 1994) es una escritora, directora de escena y dramaturga trans que sorprende con su libro confesional Yo era un chico, que es una carta a corazón abierto a su padre, fallecido hace más de una década, en donde le cuenta todo lo que no supo en vida sobre su infancia y su adolescencia.
Fer Rivas vuelca en este libro, sin concesiones, experiencias vitales, en ocasiones muy duras, de un modo valiente y descarnado, en un libro que se siente un diario de lo más sincero. Y sobre lo que ha supuesto para ella su escritura –un libro que espera que acabe llevándose a los escenarios– nos habla en esta entrevista.
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Portada de Yo era un chico de Fer Rivas
SHANGAY ⇒ ¿Qué sentiste una vez volcaste todos tus recuerdos y experiencias en este libro?
FER RIVAS ⇒ Ha sido una de las experiencias más reveladoras y a la vez más dolorosas, con las que me he confrontado nunca. Desde que decidí escribir esta historia, en primera persona y en catalán (puesto que era la lengua que hablábamos en casa), muchos de los recuerdos a los que no tenía acceso, de pronto, empezaron a asaltarme a una rapidez vertiginosa, y con ellos la posibilidad de verbalizar ciertas escenas y hechos que había ocultado durante mucho tiempo.
Escribir la novela, de algún modo, me permitió ser clara y poder articular una narrativa más fiel a quien era mi padre, a su origen de clase y a los episodios de violencia que sufrí en mi niñez y adolescencia. Eso es muy poderoso y muy sanador al mismo tiempo, pero también terriblemente duro y doloroso, pues el material con el que estaba trabajando era muy sensible, frágil, vivo y constantemente estaba evolucionando; estaba en juego constantemente la asimilación y aceptación de esos recuerdos y la construcción de una nueva narrativa en mí. Así que frecuentemente me veía obligada a interrumpir la escritura y a tomar distancia, pues las palabras me golpeaban, me derribaban, me envestían con fuerza. A pesar de todo, estoy profundamente contenta y orgullosa de haberlo podido terminar y de que finalmente sea la novela que es.
«Para las que somos disidentes de la norma, el pasado nunca es solo una cuestión nostálgica, está lleno de dolor»
SHANGAY ⇒ ¿Fue necesario dejar el pudor de lado para empezar?
FER RIVAS ⇒ Tenía claro desde un inicio que no podía dejar espacio para el juicio o el miedo en el propio proceso de escritura. Al igual que tampoco pensaba en qué pensarían mi familia de ello o los futuros lectores. Hice un pacto conmigo misma: sólo estábamos el papel, las palabras y yo. Si quería explicar esta historia, esta era la única opción, la única alternativa; de otro modo, no hubiera sido capaz de escribirla. Aun así, el miedo a menudo se filtraba, y por eso quise dejar un rastro en la novela, que de alguna manera la voz del narrador se viera manchada de ella, puesto que había estado presente y formaba parte del relato. Porque el miedo juega un papel fundamental en familias que han sufrido malos tratos o agresiones.
SHANGAY ⇒ El tono , tan descarnado, impide la idealización de las experiencias que compartes. ¿Huías de ese embellecimiento que suele traer recordar el pasado?
FER RIVAS ⇒ Para aquelles que venimos de la clase dominada, para las que somos disidentes de la norma y hemos recibido el castigo de no seguirla, el pasado nunca es solo una cuestión nostálgica o bucólica. Está lleno de odio, de rabia, de dolor, de vergüenza, de asco, de violencia y de dolor, pero también de luz, de compañerismo, de poder, de lucidez.
Quería que el lector habitara esa incomodidad en la que vivimos muches de nosotres constantemente, y la única forma que encontré fue ser explícita en ciertos momentos, mezclar relatos de la búsqueda del deseo con el cuerpo moribundo de mi padre, por ejemplo. Los parámetros de la literatura y el gusto no están libres de la lucha de clases, y durante siglos ha estado dominada y estudiada solo por la clase dominante; eso nos ha imposibilitado a los que no venimos de esa clase explicar nuestras propias experiencias. Tenía que replantear de algún modo la escritura clásica, para hallar la arquitectura precisa donde poder contarla.
«El binarismo de género nos da más problemas que soluciones»
SHANGAY ⇒ ¿En qué momento sentiste que escribir este libro te permitiría hacer el duelo de la muerte de tu padre?
FER RIVAS ⇒ Hubo un momento de mi vida en que no podía huir más de la figura de mi padre, ni de mi pasado, ni de quién era yo. Literalmente, mi salud mental y mi cuerpo me dijeron basta. Entendí entonces que la única forma de transitar el duelo era confrontarme de forma directa y sin atajos. Solo cuando empecé a deconstruir la narrativa familiar que se había armado alrededor de mi padre fue cuando pude empezar a llorarlo, a hacer el duelo. Ya que, a pesar de todo, era mi padre, y su ausencia, su muerte inesperada, había generado un impacto en mí, aunque no lo quisiera reconocer.
Mi gran obsesión era ser justa con él; si iba a hacer un relato de mi padre, me tenía que desprender de algún modo de la rabia que sentía. La rabia a veces te hace ser profundamente injusta y lo arrasa todo, convierte una cosa compleja en una caricatura, y eso era justamente lo que no quería. Tenía la obligación de construir una figura tridimensional, con todas sus aristas, con sus claroscuros y sus contradicciones.
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Fer Rivas. Foto: Andrea Sánchez y Judit Burniol
SHANGAY ⇒ Me ha sido imposible no pensar en La mala costumbre, de Alana S. Portero, en algunos momentos. ¿Qué te ha parecido esa novela?
FER RIVAS ⇒ La leí hace unos meses, justo cuando acababa de terminar todo el proceso de edición, y me fascinó. Creo que hoy, más que nunca, debemos recordar el poder de la palabra. La palabra construye realidades, y lo estamos viendo claramente con los discursos y la propaganda de odio de la ultraderecha. Creo que relatos como los de Alana S. Portero hacen un ejercicio maravilloso de rescatar del pasado, a menudo colectivo y más común de lo que nos pensamos; un barrio, una clase social y unas vidas que han sido silenciadas e invisibilizadas y que son la clave para entender el momento actual.
Se ha demostrado que es una de las grandes voces narrativas de nuestro país, y eso es porque con la novela consigue relatar sentimientos y experiencias muy complejas de una forma muy bella y profunda. Claramente le debemos, las que hemos venido después, que haya abierto el camino, para que las historias LGTBIQ+ no sean únicamente relegadas a eso, sino que conquisten como se merecen: la literatura universal con letras mayúsculas.
«Mi transición está presente solo en el plano poético, no es uno de los temas principales»
SHANGAY ⇒ ¿Por qué no está presente tu transición en este relato?
FER RIVAS ⇒ Está presente solo en el plano poético, con la figura de la cierva; es cierto que no es un de los temas principales. Es más bien una puerta hacia la que mirar al final de la novela. Escribí esta historia cuando me identificaba como hombre, y todo lo que relato sucede precisamente porque durante mi adolescencia y niñez fui socializado como tal. Para mí no tenía ningún sentido que el narrador no fuera masculino, pues uno de los temas es cómo se construye la masculinidad en nuestra sociedad y precisamente cómo esta construcción del género tan enfermiza y limitante asesina e imposibilita otras formas de habitarla.
Cuando surgió la oportunidad de publicarla, hacía un año que había empezado mi transición, y quería que de algún modo estuviera presente. De ahí la aparición del plano más poético, quizá, de la novela, que relata cómo la adquisición del género es una promesa que nunca se llega a cumplir. Y que, igualmente, para conquistarla hay que aceptar un sinfín de violencias y renuncias terribles con unas consecuencias devastadoras.
Vivo mi transexualidad como una huida de ese género que me asesinó, que nunca me quiso, que nunca me esperaba y que jamás ha intentado escucharme o entenderme. Quería evitar participar de esos relatos que nos imponen de que “hemos nacido en el cuerpo equivocado”, cuando la cuestión es que nos regimos bajo un paradigma, el binarismo de género, que no nos representa a todes y, sobre todo, que nos da más problemas que soluciones. Creo que es un paradigma que hace más hostil el mundo. Entre todes debemos comenzar a construir uno que sea más amable y más habitable. Sea cual sea nuestro vínculo con el género, todes, de una forma u otra, estamos incómodos con él y nos regimos bajo su yugo, a menudo ajenos a su impacto.
«Tanto el cine como la literatura LGTBIQ+ fueron fundamentales para mi supervivencia»
SHANGAY ⇒ Es bonito cuando cuentas cómo el cine queer se convirtió en una especie de salvación. ¿Por qué la literatura llegó más tarde?
FER RIVAS ⇒ Para cualquier persona disidente es fundamental encontrar referentes, sobre todo cuando en tu entorno natural no los hay o están invisibilizados. Por eso, tal como narro en la novela, para mí tanto el cine como la literatura LGTBIQ+ fueron fundamentales para mi supervivencia. Fue revelador; por primera vez sentía que alguien hablaba de mí. Hasta entonces, nadie lo había hecho. El cine apareció antes por la sencilla razón de que era más accesible, no tenía que ir a ciertas librerías o a ciertas secciones; lo podía ver por Internet desde mi ordenador, encerrada en mi habitación, con auriculares, de madrugada para que nadie supiera qué era lo que estaba viendo. Cuando fui creciendo y mi entorno lo fue sabiendo es cuando apareció por fin la literatura.
SHANGAY ⇒ ¿Resultaba inevitable querer trasladar este libro a los escenarios?
FER RIVAS ⇒ Mis dos mundos siempre han sido el teatro y la literatura. Así que siempre me ha rondado por la cabeza el hecho de adaptarla al teatro. Pienso que son códigos muy distintos y que proponen viajes diferentes, pero que se complementan y pueden coexistir. Si bien pienso que Yo era un chico tenía que tomar la forma de un libro en un inicio, una vez publicado, me parece muy interesante traducir esas palabras en imágenes, y explicar esta historia, que un lector puede leer, a ratos, a lo largo de semanas, en unas horas a puerta cerrada, sin distracciones y de forma continuada.
Hoy en día, el teatro es más necesario que nunca, esa posibilidad de encuentro entre el que narra la historia y el que la quiera escuchar en el mismo espacio/tiempo, sin distracciones ni interrupciones, todos a una, sin un mundo digital que lo filtra y lo manipula. Creo que debemos volver a conectar con lo humano, lo corporal y lo emocional, y el teatro es todas estas cosas. Así que en ello estoy. Ojalá surjan los cómplices necesarios.