Del chemsex al poliamor, pasando por Camela: así es el amor queer (en plena mutación) de ‘Escarabajo ciervo’

'Escarabajo ciervo' explora las relaciones identitarias y sexoafectivas disidentes a través de la danza, la música, la poesía y el videoarte.

'Escarabajo ciervo' de Joaquín Abella.
'Escarabajo ciervo' de Joaquín Abella.
Pablo Carrasco de Juanas

Pablo Carrasco de Juanas

Mariquita inquieta. Siempre llevo la cámara cargada por si aparece la reina Letizia (…o Leticia Sabater). ¡Ah!, también escribo.

19 mayo, 2025
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¿Qué pinta un escarabajo en medio de una historia de amor entre dos hombres? En Escarabajo ciervo, la nueva creación del performer y coreógrafo Joaquín Abella, con dramaturgia de María Velasco (flamante Premio Nacional de Literatura Dramática 2024), el insecto es el detonante de una experiencia escénica que no tiene miedo al feísmo, a lo incómodo ni a lo queer. Esta pieza de pequeño formato se estrena y representa los días 30 y el 31 de mayo a las 20:30h en la Sala Teatro Cuarta Pared de Madrid.

Esta obra híbrida, que mezcla danza, música en directo, videoarte y textos originales, se sumerge en la intimidad sexoafectiva de una pareja gay. Pero no esperes un relato rosa ni complaciente: aquí hay repugnancia, deseo, resistencia y cuerpos en transformación que se niegan a ser domesticados por la norma. Lo que nos propone Escarabajo ciervo es, en sus propias palabras, una reflexión sobre “la necesidad de producirse poéticamente”, es decir, de inventarse, de rearmarse, de sobrevivir bailando.

En escena, Abella y Yannick Bosc se entregan a una coreografía física, directa y a veces cruda, donde el movimiento se convierte en lenguaje íntimo. Hay momentos reconocibles –una caricia, un rechazo, una rutina en pareja–, pero también espacios de improvisación y resistencia física que nos recuerdan que el amor queer no siempre es suave: a veces arde, a veces raspa y a veces vuela.

La banda sonora es otro punto fuerte de la pieza. Peter Memmer ha creado un collage sonoro que combina grabaciones de campo, chelo, voz, música electroacústica y hasta temazos de Camela o hits ochenteros convertidos en himnos gais. Todo ello forma un viaje emocional y generacional que conecta con cualquiera que haya amado entre apps, cuartos oscuros o en buhardillas calurosas llenas de cucarachas voladoras. “Google confirmó mis sospechas: no era un escarabajo ciervo, solo una cucaracha voladora”, se dice con ironía en uno de los textos.

Los visuales, creados por Eva Viera, evocan tanto las estéticas queer como el uso fetichista de la imagen en redes y apps de ligue. En directo, los audiovisuales funcionan como una VJ session que dialoga con los cuerpos, creando atmósferas que envuelven, excitan y perturban.

'Escarabajo ciervo' de Joaquín Abella.

Cartel de Escarabajo ciervo, de Joaquín Abella.

Detrás de todo esto hay mucha biografía. Joaquín Abella se formó como actor y bailarín entre la Escuela Cuarta Pared y Carmen Senra, y ha pasado por todo tipo de trabajos: camarero, gogó, figurante del Teatro Real… Hoy colabora con referentes internacionales del teatro posdramático como Christoph Marthaler. Su historia es también la de muchos: un chico queer de barrio obrero que encontró en la escena un lugar para existir, para amar, para arder.

María Velasco, por su parte, lleva años escribiendo desde la fisura, desde los márgenes, desde lo queer. Sus textos (como Talaré a los hombres… o Primera sangre) son crudos, bellos y políticos. Aquí vuelve a hablar del amor, ese territorio tan visitado como inestable, y lo hace desde una óptica profundamente honesta y desbordantemente queer.

Escarabajo ciervo no busca gustar, busca tocar. Y en ese gesto incómodo pero vital, conecta con cualquiera que haya sentido que su forma de amar necesitaba otros cuerpos, otros lenguajes, otras luces.

Como dice el propio Abella, “mientras otros siguen discutiendo si es peor tener un hijo drogadicto o maricón, nosotros seguimos en pugna con el amor para negarlo, pervertirlo, disfrutarlo, realizarlo”. Una declaración de intenciones. Una poética de la diferencia. Una pieza para mirar de frente lo que somos, sin filtros. Y bailarlo.

 

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