Ay, los amores imposibles, prohibidos y clandestinos… Amores que nunca pudieron ser, pero que nos hicieron temblar y nos llevaron al frenesí. Esas historias de las que nunca sabremos su final porque nunca tuvieron un principio, y cuyas pasiones avivaron una llama interior que nos obligamos a apagar. A la protagonista de Pepita Jiménez le sacude ese tormento, y una parte de todos nosotros se despierta con ella para cuestionarnos sobre esos grandes misterios que son el amor y el deseo.
El Teatro de la Zarzuela acoge el estreno de Pepita Jiménez, la ópera en tres actos de Isaac Albéniz en la versión de Pablo Sorozábal, con Guillermo García Calvo en la dirección musical y Giancarlo del Monaco en la dirección de escena, que estará sobre las tablas hasta el 19 de octubre.
En ella, Pepita Jiménez –encarnada por Ángeles Blancas en su estreno– es una joven viuda que se enamora de Luis de Vargas –al que le ha dado voz Antoni Lliteres en su primera función–, un joven seminarista que decide emprender el camino de la fe y convertirse en sacerdote. Un amor descabellado y prohibido que conduce a ambos hasta la locura y la tragedia.
En esta nueva propuesta de la producción nos encontramos con una imponente puesta en escena protagonizada por una estructura de hierro que crea un amasijo de andamios por los que el reparto se mueve de un lado para otro. Una idea sobria y fría que contrasta con lo pasional de su libreto, pero que le otorga un aire elegante y moderno a la escena. De hecho, en el segundo acto, la escenografía juega un papel más importante con el movimiento y la iluminación, que llega a resultar verdaderamente impresionante.
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Teniendo detrás los nombres de los genios Albéniz y Sorozábal, no podía ser más que una delicia escuchar la música que magistralmente interpreta la Orquesta de la Comunidad de Madrid junto al Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, que acompaña a Ángeles Blancas en su melodramático papel. Un papel con el que la soprano luce su gran talento vocal en cada una de las arias y nos regala una interpretación a medio camino entre una almodovariana mujer al borde de un ataque de nervios y una gran dama de Hitchcock, envuelta por una atmósfera lorquiana.
Antoni Lliteres no se queda atrás con su Luis. «¡Luis!», que tantas pasiones despierta en la pobre Pepita y que tiene que debatirse entre el deseo y la fe; el corazón o la razón. El tenor ha sido finalmente el encargado de estrenar la ópera, aunque estaba previsto que lo hiciera Leonardo Caimi, con el que compartirá papel. Ha conseguido también avivar las pasiones entre el público y ha recibido algún que otro «bravo» durante la representación. Algo que se ha vuelto a producir durante los aplausos finales.
El resto del reparto lo completan Ana Ibarra y Cristina Fuas en la piel de Antoñona; Rodrigo Esteves como Pedro de Vargas, Rubén Amoretti en el papel de Vicario, Pablo López en el de Conde de Genazahar, Josep Fado como Primer oficial e Iago García Rojas como Segundo oficial. Carmen Romeu y Maite Alberola se alternarán con Blancas en el papel principal, y Leonardo Caimi hará lo propio con Lliteres como Luis.
Y aunque tal vez la ópera se quede en lo meramente pasional y no profundiza en el dilema moral de los personajes, Pepita Jiménez es una apuesta segura para los amantes de la ópera española que arriesga con una puesta en escena moderna y elegante cuyo mayor valor se encuentra en la música de su partitura. Y que nos hace reflexionar sobre cuántas veces fuimos Pepita, y sufrimos, lloramos y rabiamos por un amor que no pudo ser.