Lali es una show woman en toda regla. Disciplinada, enérgica y cercana, en su concierto en Madrid demostró que no hay escenario que se le resista. Porque el de La Riviera es infinitamente más pequeño que el de ese estadio Vélez que llena una y otra vez en Buenos Aires cuando se lo propone. Da la sensación de que a Lali le pone un reto como el de ir conquistando espacios en España sin excesiva prisa. Y también se vio en Madrid que agradeció la cercanía que proporciona una sala como La Riviera (a reventar, todo sea dicho).

Fotos: Mia Ferrari
No fue la única que lució un look de camiseta de la selección de fútbol argentina customizada –ella, con el nombre de Messi en la espalda–. Banderas de su país se veían por toda la sala, de todos los tamaños, a modo de fular, de falda o simplemente como complemento. Lali representa un orgullo de país imbatible –y los cánticos contra Milei, recurrentes, hacían pensar que todos sus compatriotas presentes la preferirían mil veces a ella de presidenta–.
Nada más entrar me tropecé a Ricardo Darín, muy atento al show –por allí estaba también Leonardo Sbaraglia–. Ejemplo de que la fascinación que despierta no entiende de generaciones. La representación LGTBIQ+ entre el público era enorme –por una vez, el fan hetero cis era minoría–, y el delirio se desató desde el minuto uno, cuando empezó a sonar, precisamente, Lokura.

Fotos: Mia Ferrari
Ojo, que no por ser una sala de aforo medio se planteó el show con menos ambición que cuando se presenta en estadios. De hecho, lo que vimos fue una versión reducida, pero igualmente ambiciosa, de sus macrococonciertos. Con banda en directo, bailarines, bien de cambios de vestuario y una realización de vídeo bien esmerada.
Durante aproximadamente dos horas, Lali desgranó su mejor repertorio. Alternando sabiamente hits de todas de sus eras, rindiendo sus tributos a divas que admira, fuese a la Madonna de la era Bedtime Stories/Ray of Light o a la Britney Spears de Ooops… I Did it Again!; a los iconos del rock argentino que tanto admira o a la primera Avril Lavigne.
De cuando en cuando, un tema inspirador, como 33 o Ego, para provocar el delirio y reforzar la identificación del público con su yo más humano –porque sabe Lali decir lo justo entre tema y tema para hacerte sentir que ella es una más–; cuando toca, una buena petardada como Cómprame un brishito o S.O.S. –imagina si se hubiera podido traer a Taichu para cantarla con ella– para desplegar una buena coreografía, irradiar carisma y presumir de versatilidad.
Moviéndose como pez en el agua entre distintas variantes del pop, a veces más guitarrero, otras más dance, Lali tiene muy claro su papel como aliada LGTBIQ+. “Todos los días tenemos que celebrar el Orgullo”, dijo antes de lanzarse a la vibrante Soy, con la bandera proyectada en la pantalla, el público sumido en el delirio y dos invitades del colectivo para tener su momentazo bailando (y después hablando con ella). Por cierto, que también fue testigo desde el escenario de una petición de mano lésbica. Y ver a su pareja, Pedro Rosenblat, entre el público le dio otro chute de energía y orgullo. Que La Riviera era un espacio seguro quedó fuera de toda duda.
Lali celebrando a la comunidad LGTBIQ+ en su concierto en Madrid. 🏳️🌈🏳️⚧️ #LALITour2025 pic.twitter.com/UGh4p2cGSn
— Shangay (@Shangaycom) October 6, 2025
Que el escenario es uno de los espacios en donde Lali se encuentra más segura resultó también indiscutible. Sea grande o pequeño, parece darle igual. Y el público que acudió a disfrutar, enorgullecerse de sentirse parte de una comunidad y, por qué no, venerarla, salió feliz de ser testigo del derroche de energía que se marcó. Durante dos horas, nos hizo sentir que La Riviera era un megaestadio. Y eso no muchos artistas lo logran.
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