El Orgullo de Colonia tiene multitud de puntos de coincidencia con el madrileño, y otras tantas grandes diferencias, derivadas todas del carácter germano. La primera coincidencia es lo volcada que está la sociedad civil (hetero o LGTB) con esta celebración comunitaria: miles de familias, gentes de todas las edades, turistas de muchísimas partes de Europa, en comunión con los derechos de todos. Por poner una muestra extrema: familias musulmanas tan encantadas de celebrar con los demás algo que decididamente su religión no condena.
La segunda coincidencia es el volumen de organización, y lo perfectamente ejecutada: aunque Colonia es una ciudad rica y próspera, es verdad que su Orgullo es tan solo un poco más modesto que el nuestro. No abusan de las estrellas nacionales e internacionales –pero sí de las travestis locales, como ha de ser– y hasta la lectura de su manifiesto se hace a pie de calle, de una forma muy poco multitudinaria, en la cabecera de la manifestación y con la participación de las autoridades locales. Pero sin despliegues policiales ni organizativos innecesarios. Entre las diferencias, bueno, digamos que allí la gente es más cívica –nada de orinar por la calle–, se respeta más a los vecinos –las zonas con música exterior están delimitadas a calles de oficinas sin viviendas; pero claro, ellos las tienen en pleno barrio gay y nosotros no– y el Orgullo se limita al fin de semana. Ojipláticos se quedaban los alemanes cuando les comentábamos que nosotros empezamos desde el miércoles. Ya sabéis: el ardor del sur. También es sorprendentemente diferente la gráfica: este año, el cartel del Orgullo, en estricto rojo y negro, presentaba un corazón rojo pespuntado por los pináculos de la catedral de la ciudad, su máximo icono. El resultado era realmente atemorizador: parecía un anuncio de alguna versión de Drácula. Flipante. Pero muy en la línea de la estética de la zona, eso sí.
Una cosa que realmente sí sorprende del Orgullo en Colonia es el inmenso apoyo económico de las empresas alemanas, locales y multinacionales. No solo bebidas alcohólicas o comerciantes de la zona, es que hasta empresas como Ford llevan más de 20 años apoyando su Gay Pride. En el caso de Ford, esto es así porque la empresa tiene su propia asociación de empleados LGTB, Globe.
Una iniciativa surgida en 1994 en Estados Unidos que los alemanes incorporaron en 2003, y que aúna y da los mismos beneficios sociales a sus empleados gays. Hoy lo forman unas 50 personas, y ya nos gustaría a nosotros que Ford España (que tiene una gran fábrica en Valencia, la segunda en importancia en Europa) lo incorporase cuanto antes. Pero es verdad que nosotros somos poco dados a hablar de nuestra sexualidad en público si no es necesario…
¿Cómo es el Orgullo de Colonia? Pasa página
Aunque en Alemania tienen el mismo problema, y por eso, reconocen Jochem Templer y Eva Reifschneider, miembros fundadores, no están todos los que son. La participación en el grupo es voluntaria. Fueron ellos los que nos invitaron amablemente a participar en su Orgullo (Ford cuenta con su propia carroza en el evento, y su Gay Pride lo abre uno de sus coches estrella: el Mustang Cabrio, que se vende ya en Europa).
Pero reconocen, en palabras de su Director de Comunicación, Frank Niewoehner, “que no os hemos invitado por una cuestión de promoción de coches. Es el primer año que invitamos a periodistas. Realmente lo que queremos es que sepáis lo implicados que estamos en nuestro Gay Pride y que las empresas multinacionales también pueden aportar su granito de arena por la igualdad y la diversidad”. Anotado queda, a ver si otras toman ejemplo. De hecho, Ford diseñó ya hace doce años una berlina Arco Iris que es un icono en Alemania; la ceden para bodas gays de sus empleados, y todos los años está presente en el Orgullo de Colonia.
El primer día del Orgullo como tal es el viernes. Es el día que comienza el CSD Street Party (a partir de las cuatro de la tarde): una feria familiar con conciertos y actuaciones que dura, en similar horario, hasta el domingo. Dos plazas peatonales llenas de bares y tiendas, espacios de promoción de las marcas que lo financian, y muchísima gente paseando y disfrutando. Se puede comer y se pueden comprar objetos varios (hay tiendas de todo y, muy importante, muchas pertenecen a la propia organización, para financiarse: venden desde camisetas a magníficas postales de papiroflexia, entre otras cosas).
Y no podía faltar un enorme stand puramente leather que te provee de todo lo que necesites: desde un sling a enormes dildos, pasando por todo tipo de herrajes, cueros, esposas y lo que una buena leatherona necesite. Es curioso que, con el paso de los años y la normalización, esto que era tan alemán se haya visto reducido: los leathers se nos hacen mayores, aunque vistas las nuevas generaciones que se apuntan, estad tranquilos: no todo está perdido.
El parámetro de las libertades individuales en Alemania, y su abierta aceptación de que lo privado –lo que se hace en la cama en casa– es privativo de uno, permite que constantemente se vean a amos y esclavos paseando tan tranquilos entre familias tan bien avenidas como ellos. Los escenarios acogen a las estrellas y, para que veáis el carácter cívico netamente germano, tienen traductores al lenguaje de signos en el escenario. Que interpretan las canciones, pero claro, no van vestidas como las estrellas. Con lo que a veces los ojos se te van del cantante a la mujer que lo interpreta. Algo delicioso de ver.
¿Qué conocida diva gay ejerció de anfitriona? Pasa página
Allí estuvo, como plato central y anfitriona de honor estos días, la enorme Conchita Wurst. Vestida en sus apariciones de un estricto negro, escogió un ceñidísimo vestido de látex con ribetes rojos –a juego con el cartel de este año– que pensamos que la iba a convertir en helado de Wurst derretido. Pero no: ella y su maquillaje aguantaron impecablemente los 38 grados de temperatura ambiente.
Las noches del Orgullo son auspiciadas por las dos zonas de bares gays de la ciudad: una es Schaafenstrasse y los alrededores de la Rudolphplatz, posiblemente la más animada porque la cortan todas las noches para uso y disfrute de todos nosotros. Eso sí, solo en una pequeña zona hay música: los alemanes, primero, son más de mirarse (y mucho) y hablar. Bailar, pues poco. La otra zona está cerca del Rhin, en el casco viejo, en torno a la plaza del Neue Market: es aquí donde el sábado noche hacen una de las acciones más emotivas de su Gay Pride, la despedida a todos aquellos que, por el VIH, nos han dejado. Toda la plaza se llena de personas con velas encendidas y uno, por más duro que sea, no puede evitar soltar la lagrimita en recuerdo de sus amigos ausentes.
El Gay Parade de Colonia se realiza el domingo, y es una fiesta de día que comienza a las 11 de la mañana. Como lo oís. Atraviesa prácticamente toda la ciudad –dura unas seis o siete horas– y, a modo de estupenda metáfora, comienza precisamente cruzando de una orilla a otra el Rhin a través de su puente central. Infinidad de carrozas desde donde se reparten preservativos, caramelos o rosas multicolores como pudimos entregar nosotros a los chicos y chicas más guapos (y a sus madres) o a quien quisiéramos entre un público educadísimo y entregadísimo. Travestis imperiales al rollo Sissi, otra vez esclavos con máscaras de caballos, en riguroso cuero, que tiraban de las cocheras de sus amos, musicón que ocasionalmente se cortaba (y sonaba la radio alemana y a nadie le importaba: ya os digo que los alemanes no son muy de bailar) y como anécdota: muy pocos osos.
En Alemania parece que ahora reinan los teenagers (con sus propias carrozas de jovenzuelos muy bien organizados) y las musculocas de toda la vida. Pero sin duda hay una agradable variedad de gentes de todas las edades, etnias y tipologías sanamente mezcladas. El Orgullo dio comienzo con un chupinazo multicolor muy modesto, y con un marcado tono activista: se recordaron los lemas de este año: “Contra la Homofobia: Hazte Oír” y “Contra la Transfobia: Hazte Oír” emparejados, y también un significativo “Diversidad: Enséñala, Apréndela, Vívela” que partía de un simposio activista organizado paralelamente. Hubo sinceras palabras de homenaje para nuestros compañeros del Orgullo de Estambul, salvajemente desalojadas por la policía, y Conchita Wurst –que como toda diva llegó algo tarde, pero no demasiado– nos dedicó unas palabras para decirnos, sobre todo, los muchos que éramos, el amor que transpirábamos y lo monísimas que íbamos. Todo esto con ella misma a pie de calle, sin medidas de seguridad, y hablando tan tranquila con cuanto fan se le acercaba. Magnífica como siempre.
¿Dónde quedarse, comer, salir…? Pasa página
FORD MUSTANG: EL COCHE PARA LIGAR
Como nuestro viaje lo auspiciaba Ford, nos permitieron probar su nuevo lanzamiento europeo: el mítico Ford Mustang, un coche deportivo que va como la seda, cuenta con el mejor navegador que este cronista ha visto jamás, también con cámara trasera para ir marcha atrás, y que te permite conectarle todos tus ítems tecnológicos. Comodísimo y rapidísimo (en Alemania no hay límite de velocidad), tanto su versión normal como la cabrio son ideales para fardar. Lo demostramos: paseamos por la ciudad y los ojos iban directos a nosotros. Vamos, que con él te levantas a cuanto chulo tengas en el horizonte de visión.
DÓNDE QUEDARSE
En Colonia, por el Orgullo, casi todos los hoteles acogen a la comunidad con los brazos abiertos. Nosotros nos quedamos en el muy moderno, céntrico (a escasos minutos de Rudolphplatz) y enorme Hotel Pullman (www.pullmanhotels.com). Os podemos decir que sus pasillos estaban tan atestados de hermanas que ni hacía falta salir de él para ligar. Y también que una de las mejores saunas de Colonia, la Babylon (www.babylon-cologne.de), está a la vuelta de la esquina. Esos días bien llena, no sabemos cómo se organizarían dentro.
DÓNDE COMER
En las afueras de Colonia, en un antiguo Palacio de Caza barroco alemán –construido para una Medici– reconvertido en hotel de lujo, el Althoff Grandhotel Schloss Bernsberg, se encuentra uno de los diez mejores restaurantes del mundo: el Vendôme (tres estrellas Michelin). Apenas veinte mesas con unas vistas maravillosas y decorado exquisitamente, comandado por el chef Joachim Wissler. Hablamos con él, que nos contó su amor por la cocina alemana y la forma en que le da sus twists, y nos recomendó su plato estrella esta temporada: carrillera glaseada al estilo alemán. El precio está en torno a los 200 euros por comensal, y hay que reservar con antelación. Por esta zona boscosa también está el muy apreciable Dröppelminna (www.restaurant-droeppelminna.de), que es como entrar en un cuento de hadas alemán, pero necesitas coche para llegar a ambos. Más modestamente, tenéis en el centro de Colonia excelentes restaurantes como el de inspiración italiana Fischermann’s (www.fischermanns.com), con una concurrida y muy agradable terraza, o el de cocina internacional Hase (www.hase-restaurant.de). Y si tu presupuesto es aún menor, pues chico, siempre tienes un puesto de generosas salchichas alemanas en cualquier esquina para saciar tus instintos.
PARA SALIR
Hay dos zonas en la ciudad: en los alrededores de Rudolphplatz y en el casco viejo. Ambas cuentan con una variedad inaudita de locales. Fue imposible recorrerlos todos, así que damos algunos apuntes tan solo, que lo mejor es que os paseéis y elijáis: bares y clubes para ir de fiesta como el Ruhrpott, el Bastard o el Club 21, otros más fetish o cruising como el Station 2b o el Basement, y un largo etcétera.