Su primera colección fue presentada en Milán, y la misma ciudad le despidió a sus 50 años; atestada de seguidores, compañeros, artistas como él y modelos a las que Gianni Versace elevó a la categoría de diosas. Han pasado ya 19 años de la trágica muerte del renovador de la moda, pero su legado –a menudo imitado pero nunca igualado– sigue estando vigente en pasarelas de todo el mundo.
Figura clave en la historia de la moda, Gianni Versace nació en 1946 en Reggio Di Calabria, una pequeña ciudad costera del sur de Italia. De su propia madre, que era costurera, aprendió el oficio de sastre. De su ciudad natal heredó el color, la opulencia que la misma naturaleza ofrece y la energía que más tarde imprimió en sus diseños.
A los 26 años se mudó a Milán, cuna de la moda, donde trabajó como diseñador para diferentes marcas italianas. Más de cinco años después, Gianni Versace se presentó al mundo de la moda en solitario con una línea de prêt-à-porter que llevaba su nombre: comenzaba la leyenda.
Las décadas de los años 80 y 90 no se podrían comprender sin él ni sus creaciones. Cuando Gianni Versace apareció en escena, la moda era una industria cultural que no había sabido evolucionar y que, más que nunca, era acusada de no relacionarse con lo que había en la calle. “Verás, tú vistes a las mujeres elegantes y que son un poco monjas, y yo visto a las prostitutas”, cuenta el mito que Gianni Versace dijo a su contemporáneo Giorgio Armani.
Lo que sí se sabe con certeza es que Gianni tenía una idea muy clara de lo que significaban sus diseños, su universo, la casa de Medusa. “No sigas tendencias. No hagas que la moda te posea; sé tú quien decida qué eres, qué quieres expresar con la manera en la que vistes y con la manera en la que vives”.
Una filosofía que era perceptible en la propia ropa que producía. Diseños llamativos, con grandes estampados, suntuosos, voluptuosos, casi se podría decir que con un marcado acento italiano como el del propio Gianni. Actrices, cantantes e incluso miembros de la realeza sentían devoción por las creaciones del diseñador.
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Versace expandió su imperio, y también comenzó a crear perfumes y lujosos artículos de menaje. Era imposible escapar de la enorme sombra que producía el emblema de la cabeza de Medusa. Marca que no solamente se proyectó en la moda, sino que también arrastró al mundo de la publicidad y al misterioso e imprevisible circuito que es el modelaje.
Gianni Versace fue el creador de las primeras supermodelos, esa generación de maniquíes que por primera vez eran idolatradas como si fueran la mismísima encarnación de la Madonna por millones de personas y que son historia viviente de la última década del pasado milenio.
Colaborando con verdaderos artistas de la fotografía como Richard Avedon o Irving Penn, Versace consiguió que las imágenes de estas modelos corriendo, saltando y jugando se quedasen fijas en la mente de la audiencia. No hacía falta nada más que su ropa para completar ese hechizo de inmortalidad en la cultura pop.
Pero, de repente, el 15 de julio de 1997 toda esta historia de premios, reconocimiento y arte acabó con unos disparos fatales. Gianni Versace fue abatido en la puerta de su casa de Miami, y el autor del crimen (asesino en serie que llevaba ya cuatro víctimas), Andrew Cunanan, se suicidó días más tarde.
Desde Lady Di a Whitney Houston, pasando por Elton John o Naomi Campbell, fueron muchas las celebridades que lloraron su muerte junto a su compañero toda la vida, Antonio D’Amico, y su familia.
Su hermana Donatella fue la encargada de llevar el peso del emblema de Medusa tras la muerte de Gianni, tarea nada fácil, y que ha dado muchos quebraderos de cabeza a todos aquellos que llevan el apellido del genio.
Mucho costó devolver el lustro a este emblema, pero finalmente la firma ha vuelto al lugar que merece sin que su legado haya perdido ni un ápice de grandeza.
Siempre presente, Gianni.