España se ha plantado. Tras meses de tensiones con la Unión Europea de Radiodifusión (UER), RTVE ha confirmado este jueves su retirada de Eurovisión 2026, después de que la Asamblea General aprobara un nuevo paquete de normas que garantiza la presencia de Israel en el certamen. La decisión, compartida por Países Bajos, Eslovenia e Irlanda, supone un golpe directo al festival y abre un debate profundo sobre su neutralidad y el papel de la política en el escenario musical más seguido del mundo.
La votación de la UER –738 votos a favor, 264 en contra y 120 abstenciones– no solo blindó a Israel sino que negó a RTVE la posibilidad de celebrar un voto secreto y una votación específica sobre su participación. “Esta decisión acrecienta la desconfianza de RTVE y confirma las presiones políticas en torno al festival”, lamentó el ente público. La corporación llevaba meses advirtiendo que España no acudiría a Viena si Israel participaba, apoyándose en la masacre en Gaza y en el “incumplimiento sistemático” de las reglas del concurso por parte del país hebreo.

Melody en Eurovisión 2025
No es una postura aislada. En redes, numerosos usuarios han celebrado que España mantenga una línea coherente con la defensa de los derechos humanos. “Por primera vez en años, siento orgullo de RTVE”, suscribían habituales del Benidorm Fest. Asociaciones LGTBI y varias voces de la cultura también han respaldado la retirada española subrayando que “sin valores, no hay fiesta que valga”.
En las últimas horas, esta confirmación de la salida española también se ha recibido con alivio desde la política. Una idea que el mismo Pedro Sánchez suscribió en mayo: “No podemos permitir dobles estándares: si Rusia fue expulsada, Israel no puede tener un trato preferente”.
RTVE ha confirmado además que, tras la retirada, no emitirá ni la final ni las semifinales de Eurovisión 2026, rompiendo una tradición televisiva de décadas. La corporación pública solo mantendrá su presencia en Eurovisión Junior, pero dejará sin pantalla española la edición adulta del festival por primera vez en la historia reciente.
Dana International, indignada
Frente a esta ola de apoyos, ha aparecido también el contrapunto. Dana International, icono eurovisivo y símbolo LGTBI, publicó un mensaje dirigido a España, Países Bajos, Irlanda y Eslovenia expresando su decepción por el boicot: “¿Ya no queréis que cantemos con vosotros? ¿Entendéis lo insultante que es esa decisión?”. La artista defendió el papel liberal de Israel en la región y criticó que “no se castigue a un país entero por diferencias políticas”. Para ella, la retirada “solo añade odio y daño”.
Pero el comunicado, a pesar de su peso mediático, no ha cambiado la percepción de RTVE ni de buena parte del público español. Para quienes apoyan la retirada, Eurovisión ya no es el espacio de celebración colectiva que prometía: es un festival fracturado, condicionado por intereses económicos y patrocinadores estratégicos (entre ellos, una gran firma israelí) y que se resiste a sancionar a un país inmerso en una guerra devastadora.
La UER podrá buscar remedios –nuevos participantes como Kazajistán o, incluso, Canadá–, pero difícilmente compensará el vacío simbólico que deja la marcha de varios de sus miembros más veteranos. España, por su parte, centrará su apuesta musical en un Benidorm Fest reforzado, mientras observa desde fuera Eurovisión donde, al menos este año, no tendremos representación.
El mensaje de RTVE es claro: sin derechos humanos no hay espectáculo posible. España ha dicho basta.

Dana International en el Festival de Eurovisión 1998


