De tonta del bote no tenía nada. Lo demuestra el hecho de que Ángeles López Segovia, más conocida como Lina Morgan, fuera durante muchos años la reina del cine, el teatro y la televisión en España. Y lo fue porque la actriz, que acaba de fallecer en Madrid a los 78 años, fue una de las cómicas más queridas de su generación, sin aspiraciones intelectuales y la más cercana a la sensibilidad de la calle.
Pocos intérpretes podrán presumir de un nivel de popularidad como el que disfrutó Lina Morgan a lo largo de los años. Comenzó en el teatro con 13 años y terminó especializándose en comedias y revista, un género que marcaría su estilo interpretativo. Su característico giro de piernas y sus muecas imposibles arrancaban carcajadas de toda clase y condición y, aunque la España de los 70 fuera relegando poco a poco la revista, Lina fue capaz de traspasar géneros y formatos para seguir abarrotando los teatros no como vedette, sino como cómica pura y dura. Quizá porque sus personajes siempre jugaron la carta de la mujer corriente y moliente, esa sin mucha suerte en el amor y que sufría las mismas desgracias que la vecina de al lado. Por eso no es casual que el drama prácticamente no figure en su trayectoria. Su audiencia era el gran público, sin más pretensiones que las de hacer pasar un buen rato. Y así será recordada, como una de las actrices españolas que más han calado en el imaginario popular.
A partir de los años 50, la actriz comenzaría a despuntar en el cine, primero como secundaria y más tarde como protagonista junto a Tony LeBlanc, Juanito Navarro, Gila, Alfredo Landa o José Sacristán, entre otros, en películas destacadas como Soltera y madre en la vida, La tonta del bote o La graduada. Fueron las películas de Mariano Ozores la que le catapultaron a la fama y, ya en la década de los 80, conoció el éxito masivo alternando teatro y televisión gracias a la adaptación de míticos espectáculos teatrales como ¡Vaya par de gemelas!, El último tranvía o Celeste no es un color, que Lina clausuraba siempre entonando aquel célebre «agradecida y emocionada…»
Consciente del tirón televisivo con el que contaban estas adaptaciones de sus propios éxitos, el siguiente paso en su carrera fue reforzar su presencia en la pequeña pantalla, sobre todo tras la irrupción de las cadenas privadas. La serie Compuesta y sin novio fue la primera e inauguró una época dorada para la actriz en la televisión, algo que sirvió para que las nuevas generaciones descubrieran a esta cómica de raza. Su mayor éxito en los 90 llegaría con la serie Hostal Royal Manzanares, un formato con una audiencia inaudita para la época, y lo intentó prolongar, ya sin los mismos resultados, con otras como Academia de Baile Gloria.
Y, entremedias, Lina se encargaba de que ese éxito popular no se tradujera en una intromisión en su intimidad. Los rumores sobre su homosexualidad eran recurrentes, pero pocos datos sobre su vida sentimental trascendieron. Sí sobre su vida familiar, que se vió duramente trastocada con el fallecimiento de su hermano José Luis, que también era su manager, en 1995. Lina hizo de la discreción su sello, toda una hazaña en estos tiempos.
La capilla ardiente de Lina Morgan será instalada esta tarde en el Teatro de La Latina de Madrid, durante años propiedad de la artista y donde aún conservaba su despacho y su palco. En el hall de entrada, hasta no hace mucho, un retrato de Lina recibía a los espectadores como recordatorio de los grandes éxitos de los que allí había disfrutado, y parecía decir a todo el que se acecaba por allí aquello de «gracias por venir».