Pues ahora resulta “evidente” que Álex Salinas “no posee el requisito de llevar una vida conforme a la fe y al cargo de padrino”. Ese es el veredicto final del Obispado de Cádiz y Ceuta sobre el caso del joven transexual que quería ser el padrino de su sobrino en el bautizo. Tras un par de idas y venidas desde el mes de julio, al final se ha impuesto la discriminación.
En un comunicado surrealista se explica cómo “el mismo comportamiento transexual revela de manera pública una actitud opuesta a la exigencia moral de resolver el propio problema de identidad sexual según la verdad del propio sexo”, por lo que además “no se ve en ello una discriminación, sino solamente el reconocimiento de una objetiva falta de los requisitos que por su naturaleza son necesarios para asumir la responsabilidad eclesial de ser padrino”.
Esta es la última vuelta de tuerca, porque ante la negativa inicial y el ruido derivado, hace unas semanas el Obispado daba marcha atrás y calificaba de “error” lo acontecido al argumentar que “ser transexual no es obstáculo para ser padrino en un bautizo”.
Álex, que se mostraba “contento porque lo que vale para mí, vale para otros transexuales que somos católicos y queremos formar parte de la Iglesia”, ve cómo se frustra su sueño de nuevo. Una vergüenza de dimensiones mayúsculas.
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