Estamos desnortados. Tanto o más que Han, quién sabe. Porque el affaire gay de Gran Hermano 16 gira cada 12 horas. Lo que no varía es el sentimiento del chino, al que parece complicársele por momentos conquistar al vasco. Pero ojo, que esto es una maratón, no un sprint.
Han intenta convencerse a sí mismo: “Si fuera hetero me mandaría a la mierda ya”. Está pillado y sus ojos rasgados no parecen ayudarle a ver la situación con claridad.
Y entonces, la hora sin cámaras: “Sí, sí. Queremos una sin cámaras”. Aritz acepta, aunque la intención con la que quiere usarla no parece coincidir con la de su compañero. Comer y estar tranquilos es su prioridad. Eso sí, Han, que no tiene alma porque “es una marica mala”, sacará los tanques si es necesario.
Aritz no aclara su sexualidad: “Es mi secreto”, pero comienza a plantearse su forma de actuar. “Creo que he sido un idiota porque el buen rollo con él lo he llevado al extremo”, se confiesa en el confesionario. Claro, que vas a hacer allí si no. Inmediatamente después, un vasco llorando, algo que pasa con la misma periodicidad que el cometa Halley. ¿Estamos ante una macedonia de sentimientos?
Antes, Aritz había tratado de dejar las cosas claras con un “yo con mi actitud, no te doy a entender nada, ¿no?”, justo antes de acabar durmiendo juntos. Suponemos que es lo lógico, no habrá camas para todos. Han está desolado, se siente rechazado por partida doble, pero nos negamos a pensar que ha dicho su última palabra. Al fin y al cabo, no se calla.