Con el estreno de su última película vista en España, Gerontophilia, se acabaron, por un momento, el sexo explícito y la provocación evidente en los trabajos de Bruce LaBruce. El polifacético creador canadiense –que no olvida el escándalo que provocó su exposición de fotografía Obscenity en La Fresh Gallery en febrero del año pasado– decidió, tras L.A. Zombie, que era el momento de probar suerte en circuitos no tan underground, en busca de un nuevo público (“en esta ocasión lo escandaloso es que mi película no está provocando ningún escándalo”, bromea).
«SIEMPRE ME HA INTERESADO INCLUIR CIERTO HALO ROMÁNTICO EN MIS PELÍCULAS, LAS PONOGRÁFICAS INCLUIDAS»
Le apetecía tener un presupuesto mayor para rodar, y por una vez poder contar con subvenciones públicas, así que escribió un guion sobre la relación entre un anciano, interpretado por Walter Borden –de 81 años–, y un joven, al que da vida el actor de 18 años Pier-Gabriel Lajoie, que se conocen en la residencia en la que está ingresado el primero y adonde llega a trabajar el gerontófilo Lake. Vamos, que no era precisamente material para una producción Disney. “Son sobre todo los críticos estadounidenses los que se han apresurado a decir que me he vendido, que me he domesticado. No le doy mayor importancia porque sé que lo hacen para llamar la atención y vender mejor sus artículos”, explica LaBruce en tono pausado. “Tenía claro que esta película tendría relación con mis obras pasadas, y necesitaba contar una historia que ante todo me interesara a mí, con personajes poco habituales y algún fetichismo sexual de por medio”.
Gerontophilia aborda el que quizá sea el último gran tabú del mundo gay: la atracción sexual por los hombres mayores, normalmente discriminados dentro del propio universo homosexual. “El desafío estaba precisamente en utilizar un tono amable para tratar este tema. Además, no creo que sea necesariamente un tabú gay, a los ancianos se les discrimina sea cual sea su orientación sexual. Como he hecho en otras muchas ocasiones, incluyo personajes que no necesariamente se definirían como gays. Si en su momento mostré a neonazis que incluso eran homófobos, aunque tuvieran relaciones homosexuales [Skin Flick] o a chaperos que igual tienen novia, aunque disfruten el sexo gay [Hustler White], en esta ocasión he querido contar la historia de un joven gerontófilo que, aun teniendo novia, comienza una relación con un señor mayor con el que conecta de un modo muy fuerte”. Cuenta LaBruce que el tono romántico de parte de la cinta hay que analizarlo con algo de distancia. “Hay cierta ironía en mi manera de abordar los clichés. Aunque siempre me ha interesado incluir cierto halo romántico en mis películas, incluidas las pornográficas”.
«NO SE VALORA LA EXPERIENCIA Y LA SABIDURÍA DE NUESTROS MAYORES, ES MUY INJUSTO»
En esta ocasión, sorprende que los desnudos integrales los protagonice el veterano Walter Borden y no Pier-Gabriel Lajoie. “A mucha gente le llama la atención que no sea el jovencito monísimo el principal objeto de deseo de la película; resulta interesante que los papeles se inviertan. Para mí era fundamental no cortarme a la hora de mostrar desnudo al actor mayor, porque en realidad lo vemos a través de los ojos del joven Lake”.
Cuenta LaBruce que no era su intención compartir un fetichismo suyo (“aunque de joven practicase sexo con gente mayor que yo, nunca fui un gerontófilo”), sino que su intención era retratar a un joven que se siente distinto, y hasta cierto punto discriminado, por sus fantasías sexuales, pero que no duda en transgredir las normas establecidas. Es una constante en su carrera, sin duda. Lo curioso es que, una vez eligió a Pier-Gabriel Lajoie –quien recientemente ha desfilado para Calvin Klein en la pasarela de Milán– para interpretar a Lake tuvo que explicarle en qué consistía un fetiche sexual, un término que desconocía. “Buscaba a un actor que transmitiese inocencia y pureza, y Pier-Gabriel la tiene. Fue emocionante ver lo bien que se llevaron durante el rodaje Walter y él”. Aunque LaBruce reconoce que fue inquietante mostrarle la película en una proyección privada en Montreal, a la que asistieron también su padre y sus dos hermanos, “y son todos heterosexuales. A los hermanos se les veía incómodos al final, el padre reaccionó mejor. Lo importante es que para Pier-Gabriel ha sido una experiencia que ha disfrutado y le ha enseñado mucho”.
«A LOS ANCIANOS SE LES DISCRIMINA SEA CUAL SEA SU ORIENTACIÓN SEXUAL, NO CREO QUE SEA UN TABÚ GAY»
Gerontophilia es una celebración de la edad madura ante todo, lo cual no deja de resultar cuando menos chocante, dada la glorificación de la juventud patente en los medios. LaBruce sentía la necesidad de hacerlo: “No se valora en absoluto la experiencia y la sabiduría de nuestros mayores, es muy injusto. Para nadie es fácil envejecer, aunque yo me esfuerzo por buscar un equilibrio entre aquello que siento que gano con los años y lo que pierdo. Lo más duro es sentir la progresiva decadencia física que experimentas, pero también se gana en temple y, con suerte, en conocimiento, y eso merece ser celebrado”.
Ya ha estrenado otra película, más experimental: la filmación de una representación de la ópera Pierrot Lunaire, de Arnold Schoenberg. “Firmé una puesta en escena en Berlín hace tres años, que me sirvió como base para este trabajo. La protagoniza un transexual, y es mucho más explícita que Gerontophilia”. Vuelta a la normalidad para LaBruce, entonces.
Si algo tienen en común LaBruce y su amigo Slava Mogutin es la absoluta naturalidad con la que muestran sus filias –incluidas las sexuales– en sus obras. Así que no es de extrañar que cuando se juntaron en el cuarto de baño de Mogutin con un guapo jovencito surgiera una húmeda pieza como la que protagoniza LaBruce, en la que interpreta además una personal versión de Moon River. Desde luego, no es un videoclip al uso. Como las películas de Bruce LaBruce, que nunca encajan en los convencionalismos.