– ¿Pero tú eres gay?
– Yo no, ¿y tú?
– Yo tampoco.
“A mí me gustan las chicas, no me gustan los chicos, por eso estaba asustado”. Si hemos de resumir lo acontecido ayer en Adán y Eva, la palabra clave sería confusión. O bueno, también nos podría valer “pishita”, y ya que cada uno dé rienda suelta a su imaginación. Dicen que las grandes esencias van en tarros pequeños.
Érase una vez un gaditano y dos chinos dispuestos a desplegar sus encantos para conquistar a una extremeña. Aprovechando el tirón de Han en Gran Hermano, una corriente asiática parece dispuesta a conquistar nuestras pantallas. Porque lo que es el arte de la seducción, complicado. Jan y Simbo, alias el chino más sexy de Valencia, necesitan más horas de vuelo. Uno de ellos las ha invertido en aprenderse las canciones de Malú y el otro en perfilar su tupé. Harían migas para compartir tácticas de cómo ligar, pero no veríamos resultados por nunguna parte.
El programa iba a comenzar con un encuentro un tanto peculiar. Por primea vez, a cada lado de la orilla se encontraba un hombre y entonces se gestaba el intelectual diálogo que destacabámos anteriormente. A Abraham, de Chiclana, no le van los “mariconismos”, no se le acaba de entender cuando hablaba. Eso sí, la estrategia estaba clara: dejar que los chinos se eliminasen entre ellos y encandilar a la chica con su arte andaluz.
Funcionaría. A Eva, azorada por el poco tamaño de los penes de sus pretendientes, no le iban a convencer el prepotente Simbo ni el poco activo Jan. Esta vez, casi por descarte, era momento de mirar hacia el sur…