Érase una vez en el paraíso un búlgaro de Almería y un Van Damme de Gandía. Ya están hechas las presentaciones, ahora a conquistar a la fémina. De eso se trata Adán y Eva, el esperpento ya lo acentuamos nosotros.
Ana Cristina, 36 años, auxiliar de vuelo y “richarrachera”. Profesora de idiomas no es. Pasará su estancia en el programa entre risas y expresiones en su depurado inglés. Ella estaba “perfect in my life hasta que perdí al amor, perdí el jet privado, perdí el ‘moní’, y dije, I can’t believe it”. No hay más preguntas, señoría.
Amigos, estamos ante un profesional. Guillermo Van Damme a por la triple corona: halagos, caricias y besos. Solo la confesión de que duerme todas las noches con un peluche hace dudar a Ana. Él es sincero y tenaz. Ah, y luchador, claro.
Hristo, búlgaro de la misma Sofía, ha decidido engañar a Ana con un cambio de nombre. A partir de ahora será el musculado Nicolás. Estará “potable como el agua”, tal y como expresa nuestra Eva, pero de estrategia andaría justito. Bastó un “a mí me gustan las maduritas pero para llevármelas a la cama en una noche de fiesta y poco más, echar dos polvos y ya está… si te he visto no me acuerdo” para cavar su propia tumba. Le gusta la poesía, pero no acaba de encontrar los versos adecuados…
Y claro, no habría color. Guille lega al asalto final y tras confesar que es padre y asegurarse de que Ana no es celosa, se queda sin argumentos para no coger la llave. La aventura comienza en este preciso instante.
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