Desde Nightcrawler no nos encontrábamos con una película tan contundente sobre el ingrato oficio del periodismo. Afortunadamente, Spotlight –que acumula 6 nominaciones al Oscar, entre ellas, a mejor película y director (Tom McCarthy)– se sitúa en las antípodas de lo que el despiadado personaje de Jake Gyllenhaal entendía por informar, y es una loa casi idílica a una profesión en horas bajas.
En activo desde mediados de los setenta, Spotlight es el nombre de un reducido equipo de periodistas de investigación del diario estadounidense Boston Globe que dedica sus esfuerzos a profundizar en temas que sus compañeros de redacción despachan en simples breves. Entre 2001 y 2002 –unos años que, vistos en perspectiva, remiten a un Internet aún en pañales donde AOL era el gigante en la red y no Google–, el grupo de cuatro periodistas que formaban Spotlight, el redactor jefe Walter ‘Robby’ Robinson (Michael Keaton), los redactores Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams) y Michael Rezendes (Mark Ruffalo) y el investigador Matt Carroll (Brian d’Arcy James), destapó más de 70 casos de pederastia cometidos en el seno de la Iglesia católica de Massachussets. “No tiene nada que ver con la homosexualidad, sino con el abuso de poder”, relata una de las víctimas, que define a los sacerdotes como depredadores. “Educar a un niño es un trabajo colectivo, abusar de él también”, se escucha en otro momento de la película.
Porque Spotlight no se limitó a investigar los casos de abusos sexuales perpetrados durante décadas, sino que demostró, en medio de una pelea de intereses cruzados y expedientes confidenciales, que la cúpula eclesiástica, con el cardenal Law (Len Cariou) al frente, encubría a los sacerdotes implicados con diferentes subterfugios, desde acuerdos económicos para silenciar a las víctimas a traslados de parroquia.
Spotlight, perfecta para un programa doble con la chilena El club, no tiene el oscuro halo de intriga detectivesca de otros puntales del género periodístico como Todos los hombres del presidente, de cuyo estreno se cumplen 40 años en 2016. Al contrario, el guion de Tom McCarthy y Josh Singer convence por lo claro, detallado y preciso en la exposición de los hechos, como si de un reportaje televisado se tratara. No hay épica, sino esfuerzo y dedicación constantes para denunciar a unos agresores que el clero trataba de ocultar como ocasionales manzanas podridas.
El reportaje de Spotlight, publicado en el Boston Globe a principios de 2002, fue galardonado con el Pulitzer y dio pie a que se destaparan miles de casos de abusos sexuales en más de 200 ciudades.
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