No importa cuándo lean estas líneas. Es la ventaja de lo atemporal, nunca prescribe. Solo hay un problema, carece de actualidad porque se repite cada fin de semana y campa a sus anchas mientras seguimos pensando que “el que paga manda” o “el cliente siempre tiene razón”. Ahora es momento de preguntarse por qué.
Por qué en el mundo del fútbol se usa el “maricón” para insultar a un futbolista, por qué salir del armario es motivo de burla en un área con semejantes tabúes y, sobre todo, por qué no se equipara la homofobia a cualquier otro tipo de agresión verbal en los recintos deportivos. Misterios insondables.
Y si no que se lo digan a Cristiano Ronaldo, centro de diana de acomplejados cuya afición favorita reside en usar la condición sexual del futbolista del Real Madrid para desestabilizarle. El último episodio, ese pegadizo “sal del armario” antes del lanzamiento de un penalti el pasado fin de semana en Málaga.
Vaya por delante que él jamás se ha declarado homosexual, un detalle que tampoco resulta relevante. Tampoco el outing es una práctica de la que alguien se pueda sentir orgulloso. Cada movimiento del astro es observado con lupa, y sus visitas a Marrakech no iban a ser menos. Mientras unos aseguran que se desplaza para visitar a la modelo Melanie Martins, otros quieren ver más allá de una amistad especial con el boxeador Badr Hari. Él se lo toma con humor luciendo en las redes sociales.
Ello, por supuesto, no legitimaría a cualquier espectador a usar la condición sexual de alguien como insulto. Lástima que desde las instituciones haya barra libre si se trata de un “maricón” en un estadio. ¿Cuál es la diferencia? ¿Y si hablásemos de racismo o antisemitismo? Solo una denuncia hace dos años por insultos homófobos contra el delantero del Valencia Álvaro Negredo en Granada ha sido investigada, sin mayor trascendencia.
Desde la Liga de Fútbol Profesional, con su presidente Javier Tebas a la cabeza, se jactan de perseguir al violento. Desde el año 2014, se han habilitado sanciones más duras para insultos y clubes que acojan a sus grupos radicales bajo su amparo, e incluso se ha creado la figura del ‘director de partido’, encargado de controlar el cumplimiento de la normativa estando presente en el estadio.
Buceando en los archivos del Consejo Superior de Deportes encontramos el Real Decreto 748/2008, de 9 de mayo, por el que se regula la Comisión Estatal contra la violencia, racismo, xenofobia e intolerancia en el deporte. Creado para satisfacer el Convenio Europeo sobre la violencia e irrupciones de espectadores con motivo de manifestaciones deportivas dictado por Estrasburgo en 1985, tiene como objetivo la erradicación de las actitudes que combate. Su artículo 2.1 no parece lo suficientemente esclarecedor:
“La entonación, en los recintos deportivos con motivo de la celebración de actos deportivos, en sus aledaños o en los medios de transporte públicos en los que se puedan desplazar a los mismos, de cánticos, sonidos o consignas así como la exhibición de pancartas, banderas, símbolos u otras señales, que contengan mensajes vejatorios o intimidatorios, para cualquier persona por razón del origen racial, étnico, geográfico o social, por la religión, las convicciones, su discapacidad, edad, sexo u orientación sexual, así como los que inciten al odio entre personas y grupos o que atenten gravemente contra los derechos, libertades y valores proclamados en la Constitución”.
“Arcópoli va a exigir a la Fiscalía de Delitos de Odio de la Comunidad de Madrid que actúe de oficio si ve comentarios homófobos en los estadios madrileños”, me asegura Rubén López, vocal de delitos de odio de la asociación LGTB madrileña. Su presencia ayer en la publicación del Informe Delitos de Odio capitaneada por el Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, no pudo ser más desalentadora en este sentido. Un “hay que cumplir la ley” fue todo lo que obtuvo. Por cierto, ha quedado claro que no se está haciendo.
A mí también me aburren la palabrería y los documentos oficiales. El hecho es que tenemos a un profesional al que se veja cada fin de semana usando su condición sexual como excusa. Mientras él jamás ha declarado nada al respecto, a los que se les llena la boca de abanderar la cruzada contra la violencia se les olvida que ser gay no es una tara o enfermedad, pero sí es reprochable que constantemente se utilice como insulto. Llegan tarde, como casi siempre. La impunidad crece de la mano de la homofobia.