Siempre la misma cantinela. Las alfombras rojas se convierten en desfiles de celebridades que son juzgadas al milímetro por sus atuendos. En el mejor de los casos acabarán formando parte de alguna lista de mejores (o aún más guay: peores) vestidos del evento. No es la intención de este artículo, aunque vayamos a hablar de esmoquins y vestidos.
El lunes 7 de enero se celebraba la 76ª edición de los Globos de Oro 2019 en el hotel Beverly Hilton de Beverly Hills de Los Ángeles, California (Estados Unidos). La Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood convertía a las películas Green Book, Roma y Bohemian Rhapsody, y a las series El asesinato de Gianni Versace: American Crime Story y El método Kominsky en las mejores ficciones del año para cine y televisión respectivamente. Su victoria no sería lo único que habría que celebrar esa noche.
Unas horas antes, ya había triunfado la diferencia entre las estrellas que posaron en el photocall. Julia Roberts con un pantalón negro cropped de Stella McCartney, Timothée Chalamet con un arnés de Virgil Abloh para Louis Vuitton o Cody Fern con una camisa con chiffon y jacquard y pantalones de sastre oversize acapararon los flashes por la rebeldía de sus looks. Una destacable mayoría alabaron sus elecciones, e incluso la acuñaron como una tendencia: ¡la tendecia queer! Qué maravilla, ¿no?
Sabemos que no son los primeros en hacerlo. De hecho, la propia Julia Roberts vistió un traje de sastre, camisa y corbata de Armani en 1990. Eran sus primeros Globos de Oro y ya entonces se atrevió a franquear los cánones de la feminidad. También el atleta olímpico LGTBI Adam Rippon añadió un arnés de Moschino sobre la camisa de su look elegido para los Oscar 2018. Sí, seguía vistiendo de esmoquin pero, oye, ya le había dado un toque más atrevido con el cuero.
Julia, Timothée y Cody no fueron los únicos en sumarse a esta tendencia queer este año. Judy Greer llevó al extremo la inspiración masculina. Lena Waithe y Pamella Rolan, fieles a su estilo, también dejaron los faldones colgados en casa. Y, bueno, Darren Criss, más protocolario, al menos se arriesgó a salpicar su chaqueta con flores. Fue uno de los ganadores de la noche y eso suma en visibilidad. El caso es que el riesgo a traspasar géneros en los modelitos fue menos residual que en otras ocasiones ¡Y ahí precisamente está el éxito!
Si con el ejemplo de estas estrellas, un chaval o una chavala de un pueblo recóndito de Cuenca –por ejemplo– se da cuenta de que la diferencia es ley y que no hace falta rendirse a los cánones heteronormativos para ser el más elegante de la fiesta. Si ese mensaje impacta en es* conquense metafóric* y así puede sentirse más libre en su día a día. Entonces habrá valido la pena haber vuelto a padecer la chorrocientosmil una alfombra roja. ¡Ell*s también merecen su Globo de Oro!