Nos casamos en Ibiza, en el Ayuntamiento de Sant Josep de Sa Talaia. Quisimos hacer una boda muy íntima y muy romántica, en la que disfrutar de nuestra complicidad y no tener que estar pendientes de cien invitados, así que lo hicimos solo con nuestros padres y hermanos. Éramos diez.
A pesar de ser una boda muy discreta, fue un día muy especial para nosotras, cargado de simbolismo. Decidimos hacerlo en Ibiza –es nuestro rincón favorito del mundo, y Patricia es de allí– el día de Santa Ana. Patricia llevaba un ramo de peonías traídas de Holanda porque son mis flores favoritas –llevo una tatuada en el brazo– y un maravilloso vestido de BCBG Max Azria.
Después del ayuntamiento, nos fuimos a comer a Es Boldadó, el restaurante con las mejores vistas a Es Vedrá, y uno de los lugares más mágicos de la isla.
Esa misma tarde nos fuimos de luna de miel a Formentera tres días.
No se trataba de hacer una gran boda, con muchísima gente, sino de celebrar nuestro amor de una forma que fuese verdaderamente especial para nosotras. Y lo cierto es que no nos lo podríamos haber pasado mejor…
Ella y yo nos bastábamos: ese día no había nadie más en el mundo.
La ceremonia en el Ayuntamiento
Las novias querían una boda muy íntima –y romántica– en el Ayuntamiento de Sant Josep de Sa Talaia, en Ibiza.