“Lo que hagan las familias en sus casas es cosa suya, pero yo no quiero verlo”.
“Los hombres y mujeres de familia ten por seguro que conocerán el infierno”.
“Las familias se ven abocadas a la prostitución”.
“Si dejamos que las familias tengan hijos, estos saldrán como ellos”.
“Su currículum es excelente, pero nuestra empresa no comulga con personas que desean vivir en familia. No encaja en nuestros valores”.
Suena estúpido, ¿verdad? Pues ese es el día a día de muchas personas LGTBI+. Aunque, según el instituto estadounidense Pew Research Center, España se sitúa como líder en materia de integración y tolerancia LTGBI+, es cierto que aún nos queda mucho por andar.
Solo en la capital, el Observatorio Madrileño contra la Homofobia registró 345 agresiones el pasado 2018. Un aumento de más del 7% con respecto al año anterior. ¿Es cierto que han aumentado las agresiones? No necesariamente: lo que registra el observatorio son las denuncias. El cambio social y la visibilidad de temas anteriormente silenciados está empujando a las víctimas a hacer frente a sus agresores por el único camino posible: si te agreden, denuncia.
Sin embargo, según el mismo observatorio, se estima que el 75% de las agresiones nunca llegan a denunciarse. ¿Por qué? Muchas de estas agresiones provienen de círculos muy cercanos a la víctima, como el entorno familiar y estudiantil. Cuando en tu entorno te bombardean con frases como las que presentan este artículo, acabas pensando que hay algo averiado dentro de ti, y que las agresiones están completamente justificadas.
Y eso nos lleva los siguientes números: alrededor de 50 jóvenes por debajo de los 30 años se quitan la vida anualmente por motivos homofóbicos. Y 950 lo intentan.
Sí, España es un país tolerante, pero aún nos queda tanto por hacer… Lo que nos lleva a Barcelona, donde Ignacio Garriga (candidato de Vox a la alcaldía de la capital catalana) ha declarado a la agencia EFE que si llega a la alcaldía suprimirá el centro LGTBI de la ciudad condal. Para Garriga, dicho centro supone un “gasto político” que hay que suprimir porque “no tiene ningún sentido”.
Para el patriota de la bandera verde, la muerte de 50 jóvenes, el intento de suicidio de 950 personas o el aumento del registro de las agresiones no justifican la necesidad de un Centro LGTBI+. Lo que sí considera es la creación de un “centro para las familias”.
Me voy a dirigir a ti, Ignacio (y permíteme que no te trate de usted, porque el respeto se gana, no se adquiere por defecto). Primero, te voy a explicar por qué un “centro para las familias” es una sandez mayúscula. Voy a ser claro: la familia heterosexual (porque para ti esa es la única familia que hay) es una institución perfectamente integrada en nuestro marco social. No necesita apoyo institucional de ningún tipo. No hay desprecio, persecución, insultos o abandono estatal hacia las familias. Las frases de arriba son un ejemplo de ello. Las familias no se suicidan porque la gente de su entorno las machaque o les insulte por ser como son. A las familias no las agreden por la calle por ser una familia. Los obispos no dan discursos televisados atacando a las familias ni se han creado terapias católicas para ‘curar a las familias’.
Las familias no necesitan ir a un espacio donde les digan: estáis bien, sois una buena familia, no hagáis caso a los insultos… Lo que las familias necesitan para salir adelante no son centros para ellas, sino leyes que permitan a los padres y a las madres mejorar sus jornadas de trabajo, que garanticen una educación pública de calidad para los hijos, un acceso gratuito a la universidad, sueldos decentes, una atención sanitaria a la altura… Eso es lo que realmente necesita una familia para salir adelante: una vida digna. Exactamente lo mínimo que necesita cada ciudadano. Lo demás, es un bonito discurso proveniente de una moral y ética del siglo pasado.
Segundo, te voy a explicar por qué un centro LGTBI+ es NECESARIO (en mayúsculas): porque la lesbiana, el gay, el/la transexual, bisexual y cualquier persona que se identifique con una sexualidad fuera de lo ‘convencional’ sí es perseguido e insultado tanto por personas como por instituciones. Las frases con las que he iniciado el texto son el ejemplo perfecto: si se refieren a los heterosexuales suenan ridículas, si hablan de los homosexuales son una triste realidad.
Un centro LGTBI+ es necesario porque hay niños/as que se suicidan por no comprender su propia sexualidad y no tener apoyo por parte de nadie para conocerse y aceptarse. Es necesario porque, por desgracia, muchos tienen que buscar comprensión fuera de sus familias, ya que estas piensan que son unos enfermos. Es necesario porque necesitan que una institución les diga personalmente que no van a ir al infierno (la católica, por el momento, no está por la labor).
Es necesario porque aún siguen pegándonos por las calles. Aún tengo que mirar a los lados antes de coger la mano a mi novio.
La sexualidad y su aceptación no es un discurso político, Ignacio: es integración. Yo, como muchos, nací en una época anterior a las familias homoparentales legales y soy un orgulloso palomo cojo. Me gustaría presentarte a mi tío, un gay de 84 años que vivió su homosexualidad durante el franquismo y conoció a muchos ‘hombres de bien’ en ambientes no tan de bien (guiño, guiño). Créeme que a ninguno de ellos le bombardearon con discursos progays, y eso no cambió su propia naturaleza.
Deja de usarnos como arma política. Acéptanos como somos y, con suerte, frases como “los gays se ven abocados a la prostitución” dejarán de salir por televisión. Quizás así podamos andar los pocos pasitos que nos quedan por dar.
Nosotros vamos a seguir aquí, Ignacio. Y cuando nosotros no estemos, habrá otros. Y otros. Y otros. Y otros…