1. Justin Bieber se siente preso de su éxito
No puede, ni quiere, disimular lo poco que le apetece protagonizar un show como el que protagonizó anoche en el Barclaycard Center de Madrid. Hasta tres veces apareció metido, literalmente, en jaulas. Y curiosamente, dentro de ellas fue cuando se le vio un poco más activo. Porque durante dos horas –con descanso (!) de 20 minutos incluido, algo que en el pasado hemos visto en conciertos de Kylie o Fangoria, y que no funciona, está comprobado–, su apatía era evidente. En ocasiones daba penita y todo. Suerte que sus fans estaban sobrad@s de energía, porque el flujo partía del público, y no al revés, como debería ser por lógica.
2. Britney Spears ha creado escuela
En principio no parecía que Bieber pudiera ser considerado discípulo de Britney, pero desde ahora lo es, y con honores. Si viste a la Spears en las giras de Circus y Femme Fatale, sabrás de lo que hablo. En aquellos dos tours, la diva era poco menos que una sombra de sí misma, una autómata a la que movían de un lado a otro y rodeaban de mucho barullo para intentar que el público no se diese cuenta de que no estaba allí –desde luego, no en espíritu–. Justin Bieber tampoco estaba anoche realmente en el Barclaycard Center de Madrid. Y su voz tampoco, porque apenas se molestó en cantar. No se esforzó por disimular que reinaba el playback, porque en muchos momentos ni siquiera hacía el esfuerzo de levantar el micro para que pareciese que cantara. Y ojo, que llegó en un punto en que esa desidia jugaba a su favor, porque aquello parecía una performance con un punto de transgresión, con un desafío claro.
3. Un escenario 3D te lo arregla todo
Desde la gira 25 Live de George Michael no se veía en Madrid una rampa tan espectacular como la de este Purpose Tour. El derroche lumínico hizo mucho por el espectáculo, porque en varios momentos la propuesta visual era simplemente apabullante. Y los fondos urbanos en 3D impactaban, compensando la escasez de proyecciones protagonizadas por el propio Justin. Hubo un momento al comienzo en que bailarines virtuales se marcaron un numerazo que llevó a pensar: ¿se habrán ahorrado a los de carne y hueso? Por suerte, no. Pero no es menos cierto que la amemaza fantasma está ahí. Ah, y lo de saltar sobre una cama elástica no funcionó tan bien, el momento vintage del montaje, frente a tanto despliegue hi-tech, no se sostenía ni con la red que nos aseguraba que Justin estaba bien protegido.
4. Menuda cantidad de temazos tiene
Cierto, no se molestó en cantarlos, pero sonar, sonaron. Y al repertorio no se le puede poner ninguna pega, porque justifica que siga desatando esa histeria contagiosa que siempre le acompaña, aunque él parezca no entender bien por qué. No hay ahora mismo otro artista que haya sabido sacar tan buen provecho para el pop del tropical house, y resulta imposible no emocionarse –al menos un poquito– con temazos del calibre de Company o Let Me Love You –en los que las voces pregrabadas se agradecían, porque la tesitura vocal de Justin Bieber anoche en Madrid no era la más brillante, que digamos–. Se marcó en el aire un innecesario solo a la batería que, además de un guiño a sus primeros momentos de gloria prepúber en YouTube, se asemejó a un acto masturbatorio, sin justificación en el guion. Un capricho de megaestrella, vamos, que para eso lo es. Y se agradeció enormemente que su set acústico a la guitarra lo abriera con una apañada versión de Fast Car de Tracy Chapman. La única canción que el 70% del público no conocía; los únicos tres minutos en que los chillidos histéricos cesaron y se pudo escuchar de verdad la música.
5. No le apetece enseñar carne
Sabe de sobra que ya le hemos visto todo, así que, entre que en Madrid hacía un frío polar y que él tenía cara como de resfriado –como mínimo–, pues no se llegó a quitar ni la camisa. En la segunda parte se calzó además una sudadera de la marca que patrocina su merchandising, y aún se abrigó más. La única concesión a la fantasía erótica llegó cuando, ya en camiseta –con logo de Metallica, complemento a toda su línea de merchandising inspirada en la más clásica estética rockera–, se puso bajo una enorma cascada de agua durante y se empapó vivo mientras cantaba Sorry... El agua le despertó un poco, y verle tan mojado, sin saber qué hacer con sus gafas de hipster sin graduar, enternecía. Se asemejó a una especie de bautismo público, antes de que se dispusiera a marcharse y sentenciara “Lo mejor está por llegar. Ante todo, sé tú mismo”. Esto último lo cumplió anoche a rajatabla. Ojalá que no cunda el ejemplo.