Querida Cristina Martínez Granel: Nos ha emocionado sobremanera tu carta “Mi hija y mi madre, un ejemplo contra la homofobia”, publicada en la sección ‘La aportación de los lectores’ de El Periódico, donde explicas lo orgullosa que estás de tu hija lesbiana y tu madre de 82 años sin prejuicios. A continuación, la reproducimos íntegra para el que la quiera leer.
Hace unos días, pensaba en la gran suerte que he tenido. Sí, tener dos hijos es una gran suerte, una gran responsabilidad y un sufrimiento para toda, toda la vida. En el sufrimiento me detengo. Los hijos, pasan por etapas y los padres negociamos y nos amoldamos a sus diferentes demandas y necesidades en cada una de ellas. Como decía mi hermana, cuando le explicaba mis preocupaciones con mi hijo o con mi hija, tan distintos uno del otro, ella respondía “les has dado la misma educación, pero no olvides que a partir de cierta edad, son hijos de la vida”. Y sí, hijos de la vida, de sus decisiones y de las consecuencias de las mismas.
Pero como decía, en mi gran suerte y en el sufrimiento, me detengo. Me detengo en las breves y sencillas palabras de un niño de 9 años, acosado por su orientación sexual: “Os voy a explicar lo que me molesta y me enfada. Que os burléis, que digáis cosas feas, que uséis palabras bonitas como insulto, que escribáis cosas feas de mí y sobre todo que os riais de mí”. Carta breve y demoledora. Todo por decidir pintarse la cara de princesa en una actividad escolar de un casal, que le llevó a sufrir las consecuencias de su libertad. Más allá del Observatori Contra la Homofòbia, de las acciones de la Generalitat, de las medidas de los centros escolares, me centro en la angustia y en el sufrimiento de ese niño y esos padres. Me da que pensar que a más evolución, más regresión hacia la prehistoria de algunos, pero no solo de los que crean la intransigencia, sino también por estereotipos femeninos y masculinos publicitarios que nos encierran en roles de princesas y héroes masculinos, que las salvan.
Mal vamos, señores, mal vamos. Rosa y azul. Unas y otros. No saques un pie fuera de tu baldosa, sufrirás. Hijos y padres. Pero bien, en mi gran suerte me detengo. Cuando descubrí, por ese sexto sentido de las madres, la homosexualidad de mi hija, empezó mi sufrimiento. Por todo lo explicado, pero sabéis, ella, hija de la vida, valiente y decidida, me educó para llevar la situación. A sus 17 años, plantó su personalidad y su carácter, en la cena de fin de curso, donde por desgracia, dio explicación de algo que no se debería ni explicar ni justificar, pero ella tomó esa decisión. Mi suerte, sus amistades incondicionales, sus profesores, su entorno y, sobre todo, mi madre con 82 años me dijo: “No sé por qué te preocupas, o es que quizás tú tienes un problema”. Hoy, acaba de cumplir 21 años y sigue rompiendo estereotipos, del rosa y el azul. Se acoge al arcoíris multicolor de su vida. Yo por ser madre, sigo con mi gran suerte y mi sufrimiento.
En el año 2017, un niño de nueve años no debería sufrir por ser, debería ser feliz por ser. Muchas son las bromas que se hacen al respecto, pero lo cierto es que la homofobia es un tema tan serio como cualquier otro que tenga que ver con la segregación, la exclusión y el odio relacionado con una condición inherente de un ser humano.
P.D: “Cuando hablamos tenemos miedo de que nuestras palabras no serán escuchadas o bienvenidas. Pero cuando estamos en silencio, aún tenemos miedo. Por eso es mejor hablar”. Audre Lorde, escritora y activista estadounidense. 1934 – 1992.