Corrían los años 70 cuando el politólogo y fotógrafo aficionado Tom Bianchi lo dejó todo y se fue a Fire Island. Con su título universitario hecho trizas –más tarde esos trozos conformarían una de sus primeras piezas expositivas–, Bianchi tomó su cámara Polaroid y fijó su objetivo en esta isla estadounidense, que ya en aquella época era conocida por la gran afluencia del colectivo LGTB, un auténtico paraíso queer.
El resultado de esta aventura es el proyecto Fire Island Pines: Polaroids 1975-1983. Una selección de instantáneas que reflejan de la libertad que el colectivo sentía a lo largo de los kilómetros de playa de la isla, en una época en la que el rechazo estaba a la orden del día. Un lugar en el que podían sentirse seguros, reír y hacer lo que realmente querían. Fire Island fue uno de los primeros lugares en los que uno podía sentirse libre, y estas fotos son una prueba artística de ello.