Estoy seguro de que a estas alturas todos habéis leído o escuchado algo relacionado con ese mediático estudio sobre el ‘gen gay’, pero si hay una frase que los investigadores repitieron hasta aburrirse (y no todos los medios destacaron) es aquella en la que aconsejaban, especialmente a los columnistas que van a interpretar la noticia, resistirse “a las conclusiones simplistas” ya que “los fenotipos conductuales son complejos, nuestras ideas genéticas son rudimentarias y porque hay una larga historia de mal uso de los resultados genéticos con fines sociales”.
Los científicos saben que habitamos un planeta polarizado. Estamos en un capítulo de Years and Years. Posiblemente formamos parte de la sociedad más imbécil de los últimos doscientos años: una sociedad con una inabarcable posibilidad para la información y el conocimiento y, sin embargo, profundamente simplista. Por eso nos previenen. Dio igual.
Menos de veinticuatro horas tardó la caverna española, sus portavoces, sus medios afines y hasta sus líderes políticos, en asegurar que si no hay un ‘gen gay’ la ley del matrimonio igualitario se basaba en una mentira (?) y quedaba claro que hemos impuesto una ideología de género que, supongo, pretende convertir en gay a todo habitante de este planeta y encerrar a los ‘machotes’ en un zoo para que veamos de cerca al famoso eslabón perdido. De verdad, qué difícil es avanzar cuando los cretinos se cruzan en nuestro camino.
Siempre he considerado que el origen de nuestra orientación sexual e identidad de género no estaba relacionado con ningún factor ambiental, ni educacional, ni social. Y que, sin embargo, sí era determinante ese factor ambiental, educacional y social en la aceptación, particular y general, de esa diversidad. Lo sigo creyendo. Porque los siglos que nos preceden nos avalan, y si han existido gais, lesbianas e identidades trans en entornos familiares patriarcales, en sociedades lgtbfóbicas, donde no se hablaba de diversidad, donde esa diversidad se castigaba con la cárcel, la exclusión social y hasta la muerte, es porque no hay factor ambiental que nos determine.
Lo que viene a explicar el estudio es precisamente eso cuando subraya la importancia del entorno en el que una persona nace, crece y vive. Porque si nacemos y crecemos en un entorno abierto a la diversidad sexual viviremos nuestra orientación con más libertad, y desde una edad más temprana, ya que no tendremos miedo; el armario no será una posibilidad ni el entorno una amenaza. La sociedad no va a decidir nuestra orientación, pero sí será determinante en nuestra forma de relacionarnos con ella. Y es lógico que esa variable se compute en el estudio, porque ese factor decidirá la propia existencia del armario.
Si bien el trabajo rechaza la posibilidad del ‘gen gay’, no descarta el argumento genético. Rechazar el “único gen gay” lo que viene a decir claramente es que la homosexualidad no se cura, por si aún quedaba algún ignorante defendiendo esa posibilidad. No existe un único gen que se pueda alterar, manipular o bloquear para lograr que una persona deje de ser gay, de la misma manera que no hay un ‘gen hetero’. Nuestra orientación es consecuencia de muchos efectos genéticos dentro del genoma humano, lo que la hace casi inabarcable. Leo ese estudio y lo que entiendo es que todos esos efectos genéticos son el origen de nuestra orientación sexual y que el factor ambiental o educacional simplemente nos permite ser felices a edades mucho más tempranas.
PACO TOMÁS DIRIGE Y PRESENTA EL PROGRAMA WISTERIA LANE, EN RADIO 5, Y ES GUIONISTA DE LA SERIE NOSOTRXS SOMOS. SU ÚLTIMO LIBRO ES ALGUNAS RAZONES.