A partir del viernes, y cada quince días, Pedro Serrano tendrá una ventana en la web de Shangay para ayudarte a reconectar contigo y encontrar las respuestas que están en ti. Como no puede ser de otra forma, su coaching tendrá como preferencia temas que afectan al colectivo LGTBI+. También puedes exponer tus preocupaciones a través de Twitter; para ello solo tienes que mandar un mensaje directo o lanzar tu consulta en un tuit con el hashtag #coachShangay.
Pedro subraya que habla “desde la experiencia, y eso es importante, haber pasado por situaciones difíciles, haber sido abiertamente gay cuando no era tan fácil, haber estado en la cresta de la ola y bajar, momentos vitales para conectar con las personas”.
Pedro es, junto a Javier Bellot, uno de los creadores de Working gay, ese rincón para “el crecimiento personal del colectivo gay, una plataforma que aglutine en un mundo donde hay mucho por hacer”, según Javier. Pedro completa la definición señalando que es un lugar de encuentro para atajar la “autoestima baja, falta de comunicación, inseguridad, miedo, anhelos en una sociedad hipercompetitiva, pero todo con nuestro barniz especial”. En definitiva, para conocerse a uno mismo, donde están todas nuestras respuestas, como inciden en más de una ocasión en nuestra conversación. Y en él han depositado toda su ilusión, porque “ha habido siempre dos partes en mí, la oficial, y la clandestina. Esta tenía que ver con el desarrollo personal, conocerme a mí mismo, leer mucho, meditar…”, comenta Bellot. A Pedro siempre le gustó “el mundo más trascendental, regresión, meditación… Llevo años formándome en el mundo del coaching para tener más conciencia. Y me gustó tanto que mira…”.
Las vidas de Pedro y Javier son un pozo de sabiduría. Ambos llevan más de tres décadas siendo pioneros. Javier trabajaba en una agencia de comunicación, encargada de algunas de las películas más icónicas del cine español (“de ahí salieron las primeras fotocopias del Shangay, y nos llamaban la oficina de los maricones”). Pedro, que quería ser actor, empezó “poniendo copas para pagarme las clases de arte dramático, y me hice tabernero en la Gran Vía, como yo digo”, y controló la arteria principal de Madrid al ritmo de las fiestas más diversas, transgresoras e inclusivas que se recuerdan. Y los dos lo hicieron en un contexto totalmente diferente al actual, donde ser abiertamente gay no era la mejor carta de presentación.
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